Decía Aranguren que cuanto más envejecía más se parecía a la cabeza que le había hecho Pablo Serrano. Y es que el escultor de Crivillén «atrapaba el misterio, el espíritu, el alma y la sutileza de los rasgos que otros no veían». Así lo manifestó ayer Susana Spadoni, nuera del artista aragonés, durante la inauguración de la exposición Pablo Serrano. Retratista retratado, que puede visitarse en el museo que lleva su nombre. Spadoni recordó, respecto a sus esculturas, que Serrano retrató a gente que «quería y que le quería»; y en cuanto a su figura, que «aunque parecía hermético, a mí me acogió como una hija».

No son todas las cabezas que están, ni están todas las que son, ya que Spadoni guarda una muy especial, la de Valeria, su hija y nieta de Serrano, que no ha prestado porque «la hizo en barro y quería que hubiera varias, sin embargo no dio tiempo», por lo que, señaló, «algo tendré que hacer para que no se destruya.

No está la escultura de Valeria, pero la muestra incluye otras 18, según explicó la comisaria de la muestra, María Luisa Grau, quien señaló que además de las piezas en las que captaba el alma de amigos; se muestran fotografías de «cómo le veían a él» y autorretratos de «cómo se vio a si mismo».

En la primera sección, la de Pablo Serrano retratista, se muestran 18 piezas de personas con las que tuvo bien una relación personal o profesional. La primera escultura con la que se topa el visitante es una de Juana Francés, artista y esposa del de Crivillén. La muestra incluye un apartado dedicado a aragoneses con los que, a pesar de que Serrano vivió poco en Aragón, tuvo una gran relación ya que coincidieron en Madrid: Ahí están Pilar Citoler, coleccionista que luego se convirtió en odontóloga de la familia; José Camón Aznar, Alberto Portela y Miguel Labordeta con su características nariz y barbilla. Además de la cabeza del poeta, también se incluye la poesía que Serrano le dedicó a Labordeta tras su fallecimiento.

En cuanto a la relación personal y profesional, están Juana Francés, su amigo íntimo Manolo Millares (con su barba poblada, en este caso una escultura en fase escayola ya que no llegó a fundirla); críticos, teóricos y literatos, como Aranguren, Cela, Michel Tapie; galeristas y coleccionistas como Aurelio Biosca y Citoler en representación española, y Milton Rua y José Alegría, de Puerto Rico, país con el que tuvo gran relación. Y en el ámbito de EEUU, los comisarios y museólogos René D’Harnoncourt y James Johnson Sweeney, director del Moma y del Gugenheim y del Moma, respectivamente; el editor Aston y Hirshhorn, coleccionista.

IMÁGENES / En cuanto a la parte del Pablo Serrano retratado, muestra «cómo otros le vieron a él» a través de reportajes publicados. La idea era proyectar la imagen de artista del escultor. Esta sección tiene varios ámbitos: el retrato clásico, ya que «tenía un físico rotundo»; él en su relación con Juana Francés, vinculado a sus obras, en el taller de la calle Pino Altas y trabajando en su estudio o en las fundiciones de Godina y Ponce. Las imágenes están firmadas por fotógrafos como Juan Dolcel, Nicolás Muller, Ibáñez o Alberto Schommer.

Una última parte es la de la caricatura. La muestra se cierra con Serrano autoretratado, «cómo se ve él» y se vincula con Unamuno, porque «tenían un parecido físico muy fuerte, pero también intelectualmente se identificaba con él».

Además de Grau y Spadoni, a la inauguración de la exposición asistieron también Julio Ramón, director del Museo, quien señaló que esta muestra muestra al «hombre y al artista»; y Nacho Escuín, director general de Cultura del Gobierno de Aragón, quien agradeció que la exhibición ayude a dar otra visión de Pablo Serrano, como retratista y como «configurador de personalidades». Escuín reivindicó además el museo como lugar «donde se reivindica la figura de artistas aragoneses» y se le dota de un contexto. En este sentido, el director general adelantó que en enero se inaugurará una exposición sobre la obra de Juana Francés, a propuesta de la Asociación de Críticos de Arte.