El 50º aniversario del doble álbum del Olympia de París no ha alterado el pulso a Paco Ibáñez, que sigue tomándose sus recitales con la serena y generosa disposición de siempre, dando a entender que el mejor modo de servir a la efeméride es actuar como si nada especial ocurriera. Este viernes, en el Palau (Festival Mil·lenni), ofreció otro de sus recitales oceánicos, tres horas de abrazo a los poetas, de canto multilingüe y, cómo no, de furioso galope con horizonte reparador: una vez más, “hasta enterrarlos en el mar”.

Negro de arriba a abajo, pierna izquierda sobre la silla para apoyar la guitarra y ni un solo papel, improvisando al vuelo la selección de canciones y recorriendo las letras desde lo más profundo, más allá de la memorización, en confluencia íntima con el verso. Comenzó apuntando a la condición humana con trazo sarcástico en ‘Es amarga la verdad’, texto de Quevedo, con formas tenues, y apelando pronto al recuerdo a “los valientes republicanos” a través de Cernuda (‘Un español habla de su tierra’) con la minuciosa guitarra de Mario Mas.

EN CUATRO LENGUAS

A Paco Ibáñez le pesa la historia y rebelándose contra ella quiso recordar que “somos un país plurilingüe, con cuatro idiomas y cuatro nacionalidades”. Dando ejemplo, cantó en gallego a Antonio García Teijeiro (‘Que ocorre na terra’), en su “vasco de caserío, pues” a Mikel Laboa (‘Txoria txori’) y en catalán, al Espriu de ‘Barques de paper’, que dedicó “a estos que se han llevado a Madrid”. Momento en que estalló el grito de “llibertat presos polítics”.

Voz dulce pero firme para dar infinita vigencia a ‘Lo que puede el dinero’, texto del siglo XIV del Arcipreste de Hita, y para cantar al maestro Brassens, “el más grande”, en ‘La mala reputación’. Recuerdos de su media vida asentada en Francia, cuando congenió con el traductor Pierre Pascal y el pintor cinético Jesús Soto. Aunque “París cada día es un poco menos París”, lamentó, asolada por una “grave decadencia cultural” y por la “macdonalización”.

LA COMPAÑÍA DE GOYTISOLO

Tras una pausa, el trovador regresó al son de ‘Como tú’ (León Felipe), elogio de la “piedra pequeña” que lanzada por una honda puede cambiar el destino del mundo, y se dejó acompañar por el bandoneón de César Strocio en la melancólica ‘Escucha abandonada’. José Agustín Goytisolo una y otra vez, en ‘El aire de los chopos’, aquí con el saxo de Gorka Benítez en equilibrio sutil, y en los favoritos populares del Olympia: ‘Érase una vez’, ‘Me lo decía mi abuelito’ y ‘Palabras para Julia’.

Cerrando, la piedra de toque de su repertorio. “Antes de que la pidáis la voy a cantar”, anunció listo para coger a Alberti de la mano y envolverse por el canto del público en ‘A galopar’, por las causas pasadas y las que vendrán.