Lo único en lo que todas las conversaciones sobre los posibles premiados se ponen de acuerdo es que al presidente del jurado, Pedro Almodóvar, la ha tocado una buena papeleta. Hacía años que no resultaba tan difícil encontrar entre las películas a competición una candidata de peso a la Palma de Oro.

Por un lado, los directores que al principio del festival partían como favoritos han resultado no estar en su mejor estado de forma: tanto Happy End, de Michael Haneke, como Wonderstruck, de Todd Haynes, están entre las películas más discutibles de sus respectivos autores. Por otro, algunos de los títulos que más elogios han recibido -como The Killing of a Sacred Deer, de Yorgos Lanthimos- son al mismo tiempo los que han sufrido ataques más feroces. Y, a menos que Almodóvar imponga su autoridad entre los jueces con mano dura -algo perfectamente posible, por otra parte, solo una película que genere consenso logrará imponerse en el palmarés.

En ese sentido, pocas películas parecen tan bien situadas como Loveless, del ruso Andrei Zvyagintsev; el ránking elaborado por la revista Screen a partir de las votaciones de los críticos, habitualmente barómetro oficioso del certamen, la sitúa en lo más alto. También se da por hecha la presencia entre los premiados de The Square en parte porque a su director, Ruben Östlund se le vio anoche cenando en una terraza de Cannes a pesar de que ya hace diez días que presentó la película. Son pistas de dudosa consistencia, cierto, pero al menos sirven para que la espera sea más entretenida.