Los finales suscitan el recuerdo de los comienzos, pero todo comienzo --el de este 2014 por ejemplo-- encierra el germen de su final. Me hacen pensar en ello los artículos reunidos en Por qué escribo (Xórdica), el último libro de Félix Romeo. Digo su último libro aunque él no haya podido armarlo porque murió a deshora, hace ya dos años, por un brutal zarpazo del destino. Había rebasado por poco los 40 años pero acumulaba una abultada hoja de servicios como escritor, crítico literario y activista cultural. De sus tres novelas, Dibujos animados (1995) y Discothèque (2001) fueron brillantes tributos a la educación sentimental y estética de su generación, pero lo que siempre necesitó escribir fue Amarillo (2008) para preguntarse por lo incomprensible: el suicidio de un amigo (Chusé Izuel). Sin Romeo no hubiese existido La Mandrágora (programa cultural de La 2 que dirigió), ni la editorial Xórdica que ahora lo publica, ni el mapa actual de las letras aragonesas (y españolas). Pero Romeo se fue en mitad de la comedia y ahora estos artículos sobre libros, películas, discos y rincones dejan un sabor terroso.

Los editores, Ismael Grasa y Eva Puyó, lo han titulado Por qué escribo (como uno de los artículos), pero hubiera sido más atinado Por qué leo o Por qué he leído, como si Romeo nos lo pudiera contar desde donde esté. Y es que se escribe porque se lee, y también, claro, por hacerse con la máquina de escribir del padre, como le pasó a Romeo, y por miedo y por ser feliz y hasta (y sobre todo) por no serlo. Motivos no faltan, aunque más son los motivos para no hacerlo, como sabe Vila-Matas. Romeo fue un Pantagruel cultural, un devorador insaciable en un banquete sin fin surtido de literatura, cine, música y periodismo, y estas páginas son el testimonio de esa glotonería de formas e ideas. Y lo son también de su sentido crítico, aunque él mismo admitió su debilidad por sus amigos escritores y que sus palabras más usadas eran, además de "te quiero", "maravilloso" y "estupendo". Le gustaba pensar que su mayor logro era ayudar a crear y no a destruir. Este libro demuestra que fue así: todo él es aviso, estímulo, guía y celebración.