Por segunda vez en su carrera, el italiano se ríe del mundo corrupto y vulgar de la política italiana a través del retrato de uno de sus representantes: si en 'Il Divo' (2008) recreó la caída del que fuera primer ministro Giulio Andreotti, en 'Silvio (y los otros)' pone el foco en el mismísimo 'Cavaliere', Silvio Berlusconi. En concreto lo captura hace poco más de una década, cuando permanecía semirretirado en su casa de Sardignia pero seguía siendo uno de los líderes más reconocibles del mundo.

Como cineasta, usted siempre se ha mostrado interesado en lo grotesco, y en asuntos como el poder y la sociedad del espectáculo. ¿Era solo cuestión de tiempo que acabara haciendo esta película?

De hecho, llevaba años queriendo hacerla, pero tuve que esperar hasta que Berlusconi se hubiera retirado de la política. De su figura siempre me fascinó esa obsesión por seducir, y la sensación que transmitía de estar en permanente estado de excitación sexual, de sentirse un símbolo de masculinidad. Además, le rodea toda una imaginería visual que para un cineasta como yo resulta muy atractiva. Y, por último, siempre he admirado a las personas llenas de vitalidad, supongo que porque yo carezco por completo de ella.

Según ha explicado usted mismo, eligió retratar a Berlusconi desde la ternura. ¿Por qué?

Porque creo que el cine es uno de los pocos espacios que quedan desde los que se puede hablar de una persona, incluso de sus miserias, sin necesidad de insultar o juzgar. Además, de la dimensión pública de este personaje ya se sabe todo; conocemos su voluntad de hierro, su orgullo, sus extravagancias. Pero, ¿y si detrás de esa fachada hay posos de dolor y melancolía? Yo he preferido preguntarme eso que armar una diatriba política en su contra, porque de todos modos la suya es una figura pretérita. Esta es una historia sobre el miedo a envejecer, y a morir.

En películas como 'Il Divo', 'La gran belleza' y 'Juventud' usted ya retrató figuras en el ocaso de sus vidas. ¿De dónde proviene su obsesión por ese tipo de personajes?

No lo sé. Quizá tenga que ver con haber sido hijo de padres muy viejos; murieron cuando yo tenía 16 años. Es el tipo de pregunta que prefiero no hacerme porque, si encontrara la respuesta, tal vez no sería capaz de hacer más películas.

La prensa italiana lo acusó de haber retratado con excesivo detalle las fiestas bunga-bunga de Berlusconi para poder así recrearse en la exhibición de cuerpos femeninos desnudos. ¿Qué dice al respecto?

¿Cómo iba a hacer un biopic de Berlusconi sin mujeres desnudas? En la época que la película recrea, él siempre estaba rodeado de ellas. Mi objetivo no ha sido glorificar esas fiestas pero, como decía, tampoco voy a decidir qué comportamientos están bien y cuáles mal. Berlusconi encarna el triunfo de la vulgaridad, y por tanto esta película trata de mostrar la atracción que lo vulgar provoca, y explicar cómo lo repulsivo también puede resultar irresistible.

Cuando retrató a Giulio Andreotti en 'Il Divo', el aludido puso el grito en el cielo. ¿En algún momento temió una reacción similar de Berlusconi?

No sé si ha visto la película, pero cualquier queja por su parte solo habría servido para demostrar que la película dice la verdad. Nos preocupamos mucho por ser fieles a los hechos, no queríamos que nadie nos demandara por calumnias. Poco antes de empezar a filmar Berlusconi me invitó a comer un día y hasta me ofreció una de sus villas para el rodaje. Por supuesto, decliné la invitación. En todo caso se le notaba más halagado que preocupado.

¿Diría que Berlusconi instauró la forma de entender la política que hoy parece haberse impuesto internacionalmente?

Él llegó al poder sin saber nada de política y lo ejerció como si estuviera dirigiendo una de sus empresas, utilizando las mismas estrategias. Es inevitable compararlo con Donald Trump. Además, ambos convirtieron la política en un espectáculo similar al 'show business', usando el entretenimiento como argumento político y buscando menos convencer que simplemente seducir.

En todo caso, Berlusconi llegó a ser primer ministro de Italia durante nueve años. Para explicar una anomalía como esa no basta el poder de seducción.

Está usted infravalorando ese poder. Berlusconi atrajo a los italianos hacia sí mismo como si fuera un imán. La gente quedaba para cenar y no hablaban de otra cosa, y gracias a él esas cenas eran divertidísimas. Con él Italia era más divertida. Cierto que dejarse gobernar por alguien solo porque te hace reír no es muy sabio. Pero los actuales protagonistas de nuestra escena política son igual de ineptos, y cuando hablamos de ellos las conversaciones oscilan entre el sopor y la rabia.