Paseo sonoro, en sábado, en dos tiempos, por la memoria. En el Teatro del Mercado Paco Cuenca, acompañado por Chema Callejero, piano, y Coco Balasch, el contrabajista cuyo apellido casi nunca escribimos correctamente, recordó las inmarcesibles músicas del Mayo Francés (o Mayo del 68, como prefieran); después, en La Lata de Bombillas, Los Hermanos Cubero, con su folclore tan cercano como universal, cambiaron los adoquines del Barrio Latino por los campos de La Alcarria.

No todo fueron canciones revolucionarias en el agitado Mayo del 68, y así lo expresó Paco cuenca con la voz y la palabra. Intérprete rotundo pero atento a los matices, Cuenca (autor e intérprete de canciones propias en castellano) da gran parte de lo mejor de sí en las revisiones que hace de la chanson. El sábado, con acentos propios, nos acercó a Serge Gainsbourg (La javanaise), Charles Trenet (La mer), Jacques Brel (L’amour), Silvie Vartan (Comme un garçon), Michel Jonas (Changez tout), Charles Aznavour (For me, formidable), Georges Moustaki (Sans la sommer), Claude François (Comme d’habitude), entre otros artistas. Tal vez no fue un espectáculo tan redondo como otros que ha presentado con temática francesa, pero brilló sin sombras en Ma France, la hermosa pieza de Jean Ferrat, y en Les anarchistes y Avec le temps, de Léo Ferré. Con todo, siempre es un placer escuchar a Paco y pasear con él por el viejo Paris, sea en la primavera revoltosa o en el en otoño de la decadencia.

Los hermanos Cubero engarzan sus textos con el sentido de la métrica popular (no sorprende, por tanto, que canten el poema anónimo Romance del corregidor y la molinera) y las músicas de sus canciones con las raíces del folclore castellano, pero también con las rítmicas del bluegrass de los Apalaches, por ejemplo. Enrique y Roberto Cubero son todo un fenómeno que traspasa musical y socialmente la geografía folclórica.

En la Lata de bombillas (una excelente forma de cerrar el año), el sábado, revisaron las crudas canciones de Quique dibuja la tristeza, su nuevo disco, escritas tras la muerte de su esposa (Tenerte a mi lado, El tiempo pasó, Qué haré el resto de mi vida, Sonrisa inabarcable…), pero también piezas más festivas e incluso reivindicativas como Fabricando nuevos tiempos, una segurilla torrá, Maldita Urraca, Arte y orgullo, Levántate, Trabajando en la MCA (acrónimo de Metal, Construcción y Afines) y Ya se está poniendo el sol («Si cuatro pillos supieran lo que cuesta trabajar no abusarían del pobre ni tampoco del jornal»). El compromiso no duerme, así en mayo como en diciembre.