Huyendo de la imposición del cristianismo que se estaba realizando en las ciudades del Imperio Romano, una familia noble de entonces buscó el refugio en el medio rural donde podía vivir en la fe que considerara. A grandes rasgos ese es el origen de la villa romana de La Malena, habitada entre el siglo I y V y asentada en el termino municipal de Azuara, en cuyos restos se está trabajando desde hace dos años para ponerla en valor y, sobre todo, darle esplendor al «yacimiento romano mas rico de Aragón» teniendo en cuenta que esconde cerca de 1.000 metros cuadrados de mosaicos «bastante bien» conservados. Así lo explica el arqueólogo del Gobierno de Aragón, José Ignacio Royo, que ya participó en la primera campaña en el año 1986 cuando se descubrió casi de manera casual el yacimiento, acompañado del arquitecto encargado del proyecto de protección de las diferentes estancias, Javier Ibargüen.

Los trabajos que se están desarrollando en esta tercera fase están destinados a continuar cubriendo más estancias (observar el mapa) y, tras ella, que concluirá antes del final de año, estarán ya cubiertas también las estancias del oeste del yacimiento. «Lo que se pretende es cubrir los mosaicos pero no solo el techo sino recrear los límites de la estancia en la que se encontraban los mosaicos para que se pueda reproducir, en cierta medida, esa sensación», explica Ibargüen. Un ejemplo de ello es la estancia 26, que acoge la joya de la corona del yacimiento, el mosaico 'Bodas de Cadmo y Harmonía' (en restauración ahora mismo), en la que se ha cerrado la estancia también lateralmente tomando como referencia los límites de la estancia que aún se conservaban.

«Se trata de una de las estancias más grandes de la villa (la segunda en concreto) que estaría destinada claramente a una función social», explica el arqueólogo José Ignacio Royo, que abunda en las dos teorías que hay sobre esta villa: «Hay una corriente que se inclina por pensar que era un monasterio al que se acudía a adorar a los dioses en los que creían mientras que otra asegura que es una villa de campo de una familia en la que, en cualquier caso, también se harían ritos religiosos».

En los trabajos de esta tercera fase están incluidas las excavaciones del patio central (la villa está estructurada en torno a un peristilo donde se encontraba la piscina -que también cuenta con un mosaico) en el que los expertos tienen puestas muchas esperanzas. Y es que hasta el momento solo se ha descubierto una basa de una columna y una de las columnas, del resto no se ha hallado nada. La esperanza es que al excavar el patio central se puedan encontrar más elementos que den más pistas. ¿El gran reto? «Con que encontráramos solo medio capitel, nos permitiría poder reconstruir cómo eran los que estaban...», explica José Ignacio Royo.

Con respecto a los mosaicos, el plan director en el que se está trabajando apuesta por la idea de que «se puedan contemplar directamente desde estancias donde no haya mosaicos con la intención de que se puedan ver en su totalidad sin obstáculos a través de unas plataformas», asegura Ibargüen.

Hasta el momento, solo se ha localizado una de las entradas de la villa «que carece de la monumentalidad que tiene el lugar» por lo que se baraja que habría más entradas. Es en esta, situada en la parte este del yacimiento, donde se baraja realizar la entrada de los visitantes y en una estancia situada hacia el norte podría instalarse una sala donde un audiovisual introduciría al público en el lugar en el que se encuentra.

En el noroeste de la villa estaban situadas las termas y estaba otra de las entradas al recinto: «Una de las hipótesis que se baraja es que, antes de entrar a realizar los ritos, te lavabas para hacerlo ya limpio», asevera José Ignacio Royo.

Queda mucho trabajo que hacer todavía en un yacimiento que ha dado la vuelta al mundo merced a su riqueza de mosaicos. La apuesta del Gobierno de Aragón en los últimos años ha sido la de apostar por este yacimiento aunque ahora vienen tiempos malos financieramente. Sin embargo, algo parece claro mirando al propio yacimiento en el que aún hay zonas sin limpiar lleno de hierbas y otra vegetación, si en algún momento se detienen las obras, ponerlas en marcha costará mucho más. «Es un proyecto vital para Azuara -explica el alcalde de la localidad, Joaquín Alconchel-, esperemos que para primavera ya podamos organizar las primeras visitas».

La gran joya del yacimiento

Cuando uno entra en la estancia 26 hoy casi le cuesta distinguir sobre lo que están trabajando cinco restauradores desde el pasado mes de agosto, pero conforme se acerca, pequeños detalles ya van revelando que se encuentra ante una obra abrumadora fechada en el siglo IV. Primero por lo grande que es -ocupa los más de 90 metros cuadrados que tenía la estancia- y, por otro lado, por la riqueza de la obra en sí (una prueba de ello son las teselas tan pequeñas que se utilizaron para su construcción) aunque bien es cierto que aún queda mucho trabajo para que se pueda ver en su esplendor. Algo que sucederá a final de año, cuando Artyco, la empresa que ganó el concurso, concluya la restauración del mosaico 'Bodas de Cadmo y Harmonía'.

La restauradora Berta Martínez, portavoz de la empresa, explica que ahora «se está en la fase de limpieza y consolidación» de algunas de las zonas del mosaico para, posteriormente, ir sacando poco a poco brillo a un mural cuya belleza ha dado la vuelta al mundo, «tiene unos colores impresionantes», indica la propia Berta Martínez.

Son cinco los restauradores que están trabajando en un mosaico que ha estado enterrado durante casi 30 años (se destapó para hacer una actuación casi de urgencia hacia ya casi 15 años) para salvaguardar su estado y es precisamente quitar todas esas capas que lo protegían lo primero que se ha estado realizando en la restauración, «un trabajo en el que hay que ir con mucho cuidado para no llevarte nada por delante. Hay zonas especialmente en las que hay que ir con mucha paciencia. Cada día aprendemos algo nuevo», asevera Martínez. Es en esos lugares tan delicados donde para fijarlos se están inyectando materiales que los sujeten.

Una de las curiosidades del mosaico es que hay zonas en las que se puede ver que ya se hicieron remiendos en la época (se nota en un colorido diferente) «ante alguna rotura que sucediera».

«Tenemos mucho trabajo y es algo muy minucioso pero estamos en plazo, acabaremos a final de año», concluye con seguridad Berta Martínez. El presupuesto es de 120.000 euros.