La figura de Theodor W. Adorno está un tanto olvidada, como las de otros grandes pensadores de inspiración marxista, pero muchos de sus postulados siguen estando vigentes. Por ello, su relectura es algo más que un buen consejo. Para muchos críticos, Adorno sigue siendo actual. Frente a los altercados de Barcelona, por ejemplo, resultaría más que pertinente recordar su posición con respecto al movimiento estudiantil de mayo del 68. Adorno reprochó entonces a los activistas parisinos el privilegio de la acción frente a la argumentación crítica».

El caso es que Adorno vuelve a la actualidad de la mano de Martin Mittelmeier, un joven filósofo, también alemán, que le ha dedicado un notable ensayo: Adorno en Nápoles (Paidós).

En sus páginas, un juvenil Adorno peregrina por algunos de los maravillosos parajes napolitanos, Sorrento, Capri, Pompeya, en busca de inspiración para su pensamiento.

Más ocupado, al comienzo de sus estudios, con la renovación del lenguaje musical, en la línea de la dodecafonía de Schönberg, a quien admira profundamente. Esa doble capacidad en Adorno como músico y pensador le otorgará un perfil intelectual y una personalidad diferentes, tanto que bien pudo haber llamado la atención de Thomas Mann para la construcción de uno de sus grandes personajes, el músico protagonista de Doctor Faustus.

En cualquier caso, Adorno, acompañado por otros pensadores, Kracauer, Walter Benjamin, vagabundea, nomadea a orillas de la bahía napolitana, muy cerca de las habitaciones donde Nietzsche escribió Humano, demasiado humano, y se busca platónicamente a sí mismo en los espejos rotos de la fenomenología de Husserl, otro de sus maestros, y a quien dedicará su tesis.

Los paisajes de Nápoles, sus playas y volcanes, las abruptas laderas y el profundo azul del mar le invitarán a reflexionar en la naturaleza, y muy especialmente acerca de sus criaturas marinas, las medusas, los pulpos, las estrellas de mar, como metáforas del esqueleto y del cuerpo, de la muerte y de la vida, de la permanencia y la nada. Esos cartilaginosos monstruos que, una vez muertos, quedan reducidos a bellas formas calcáreas, de donde la vida ha huido, pero donde el concepto, la especie, la idea permanecen, inspirarán a Adorno algunas de sus más conocidas teorías sobre la validez del lenguaje y la temporalidad de todo pensamiento...

Siendo un libro culto, y un texto exigente, el ensayo de Martin Mittelmaier sobre Adorno y sus compañeros de viaje intelectual se lee con interés y placer.

Admirativamente, en muchas páginas, debido a la pasión filosófica, literaria y artística que lo traspasa con una medida intensidad, abarcando toda una época entre la divulgación del pensamiento de Adorno y la estética de aquellas décadas irrepetibles, de Heiddeger a Sartre, del propio Adorno a Lukács, en la que Europa pudo presumir de una gran vanguardia de pensadores, y de los últimos, después de Hegel y de Schopenhauer, monumentos filosóficos.