Él se consideraba ciudadano del mundo pero si pronunciaba algún lugar siempre era Montanuy, la pequeña localidad aragonesa donde estaban sus raíces más profundas, donde residió muchos años (incluida toda su niñez) y donde no solo se construyó una casa sino que regresaba a menudo. Por eso, aunque él nació en Barcelona, casi todo el mundo creía que era de Montanuy, lugar en el que se dejaba ver habitualmente y que visitó últimamente desde su casa del Valle de Arán (donde ha estado en los últimos meses) para visitar a su padre. De ahí, que el ayuntamiento de la localidad emitiera ayer un comunicado lleno de lamento: «Todo el pueblo se suma al dolor de sus allegados por la pérdida de nuestro vecino más ilustre y conocido que, en su dilatada y exitosa carrera profesional en el mundo de la música, ha llevado a gala por todo el mundo el nombre de nuestro pueblo».

«Era una persona campechana, abierta a hablar con todo el mundo, así como a entender y adaptarse a la realidad del pueblo», explicaba ayer la alcaldesa de Monanuy, Esther Cereza, que tiene claro que Pau Donés «se sentía de Montanuy» donde era conocido por todo el mundo y entre los que causaba muy buena impresión.

La relación del músico con Aragón fue muy intensa ya que se prodigaba en muchos actos así como Zaragoza era siempre parada ineludible en sus giras. Pero para el recuerdo quedan imágenes como cuando asistió en el 2004 a las Cortes de Aragón acompañado del entonces presidente de Aragón Marcelino Iglesias, gran amigo de Pau Donés al que conoció en el Pirineo oscense, a las Cortes de Aragón. El revuelo que se montó aún se recuerda como atestigua una de las fotos que acompañan a este texto. Él lo relataba con su habitual naturalidad: «Había quedado para comer con Marcelino, me ha subido a un coche y me ha traído hasta aquí. Y la tierra tira», apostilló haciendo alusión a la proximidad entre la localidad originaria de Iglesias, Bonansa y Monanuy.

Su penúltimo acto público en Aragón (el último fue un concierto que ofreció unos días después en la sala Oasis) lo protagonizó en el hospital Miguel Servet de Zaragoza donde dio una auténtica lección sobre cómo convivir con la enfermedad: «A pensar en el cáncer dedicó cinco minutos del día. Tengo miedo, como todo el mundo, pero a la muerte, no al cáncer. La vida me ilusiona (...) Quiero ser feliz y el miedo lastra. Tenemos poco tiempo como para consumirlo con el miedo». Fue en el mismo acto en el que aseguró que actuar de otra manera sería muy egoísta por su parte: «Por respeto a quienes se están muriendo, me aferro a la vida».

Poco después, decidió retirarse de la música temporalmente hasta que reapareciera hace dos semanas con un disco sorpresa que quizá ya era el preludio de lo que estaba por pasar.