Valdemorillo se ha convertido este año en lanzadera de toreros que, a priori, iban más de tapados, en un segundo plano, que de claros favoritos al triunfo.

Si el sábado fue Manuel Escribano el que alcanzó la gloria, hoy, un sensacional Paulita, que hasta ahora contaba sus contrataciones anuales con los dedos de una mano, sale reforzado y dando un serio aviso de que este año hay que contar también con él.

Un Paulita que venía avalado por el triunfo cosechado en el pasado Pilar de Zaragoza, y que ha sabido rentabilizar, de momento, con otro aldabonazo en el primer ciclo del año, a las puertas de Madrid, y con todas las ferias punteras aún por rematar, salvo Fallas, cuyos carteles han sido dados a conocer hoy.

En su primero gustó, y mucho, Paulita en el saludo a la verónica. Mecidos y lances de mucho duende y sentimiento, que repitió en un quite posterior de igual guisa.

El toro regaló dulces embestidas en los primeros compases de faena por el pitón izquierdo, lo que aprovechó el aragonés para torear con temple, empaque y largura.

Por el derecho soltaba más la cara el animal, que también empezó a quedarse, y fue imposible la ligazón, pero la entrega del torero fue total para que aquello no bajara de interés.

Pudo y, es más, tuvo que haber sido premiado con una oreja, pero el presidente, muy poco condescendiente, decidió negársela, a pesar de la petición que hubo en demanda del trofeo.

Al quinto le cuajó una faena de menos a más. Después de unos inicios dubitativos, en los que estuvo a punto de salir por los aires en un par de ocasiones, Paulita se fajó de verdad con el toro para extraer muletazos de muchísima entidad y expresión en el toreo a derechas.

Faena enfibrada y del torero zaragozano, que conquistó unos tendidos enloquecidos cuando enterró la espada hasta los gavilanes. Dos orejas sin discusión.

Castaño entendió muy bien al que abrió plaza, toro que, pese a acudir de largo en las dos puestas que mantuvo con el caballo, empezó a acortar el viaje demasiado pronto y planteó serias dificultades en la muleta, reponiendo las embestidas al tercer muletazo y venciéndose además por los dos lados.

El salmantino mostró una notable suficiencia en la cara de su antagonista para robarle pases muy meritorios, especialmente por el izquierdo, el pitón menos malo del de Ana Romero, pero tanto esfuerzo se diluyó por el mal manejo de los aceros.

En el cuarto, idéntico panorama. El toro desarrolló muchas complicaciones a pesar de su falta de raza: midiendo, frenándose a mitad del muletazo, soltando la cara y volviéndose con saña. Y Castaño mostró el mismo argumento de capacidad y suficiencia para ganarle la partida y, al menos, justificarse.

En ambos toros, sublime actuación de su infantería de plata, Marco Galán con el percal, y David Adalid y Fernández Sánchez con las banderillas. Nueva lección magistral de una cuadrilla de oro.

Escribano sorteó en primer lugar un toro muy cambiante. Salió el "santacoloma" con muchos pies de salida, derribó en varas y midió en todo momento al hombre, sobre todo en banderillas. Pero fue empezar el último tercio y el astado empezó a embestir con buen son.

El de Gerena volvió a imprimir suavidad y gusto a la hora de interpretar el toreo, e incluso cierto aroma en los remates; pero cuando mejor y más a gusto se le veía, y cuando parecía que la faena podía romper hacia adelante, el toro acusó su falta de raza y se apagó, por lo que la labor no pasó de correcta.

En el complicado y remiso sexto, que no ofreció ninguna arrancada franca, lo único que se le puede anotar a Escribano fue el buen tercio de banderillas que firmó.