Gabriel García Márquez solía contar que su amigo Álvaro Mutis le entregó un volumen de Pedro Páramo diciéndole: «Lea esa vaina, carajo, para que aprenda». Algo más que aprender hizo el colombiano creando un mundo, Macondo, tan fabuloso como Comala, aunque más frondoso. Cristina Rivera Garza ha detectado una influencia más que directa en la famosa primera frase de Cien años de soledad. Juan Rulfo escribió: «El padre Rentería se acordaría muchos años después de la noche en que la dureza de la cama lo tuvo despierto y después lo obligó a salir. Fue la noche en que murió Miguel Páramo». Gabriel García Márquez dijo haber sentido la misma conmoción que cuando leyó en su día a ni más ni menos, Franz Kafka.