Cuando se confirmó que el chino Cang Xin iba a formar parte del programa de este año de PHotoEspaña y de que iba a exponer parte de su trabajo en el Centro de Historias de Zaragoza, la comisaria Susana Sanz lo anunció en las webs chinas para que se conociera. 5 minutos duró antes de que censuraran la información. ¿El motivo? En la imagen que invita a la exposición Dos décadas de performance en China, a parece una lengua, la del propio artista, encima de un retrato de Mao Tse Tung. «Para mí es un juego -indicó el artista- pero para el gobierno chino es una crítica y allí han cambiado muchas cosas desde 1999 pero desde el punto de vista de la libertad, no ha cambiado nada, no hay ninguna», explicó Cang Xin que estuvo acompañado de la comisaria Susana Sanz, la responsable de exposiciones de PHotoEspaña, Ana Belén García, y la gerente de Zaragoza Cultural, Elena Laseca.

De hecho, Cang Xin, siguiendo con el tema de las libertades, abrazó las performances (un género occidental) tras los sucesos de Tiananmén. «Hasta entonces me dedicaba a la música, la filosofía y la pintura pero aquello me afectó tanto que empecé a leer sobre este arte occidental y fue mi forma indirecta de expresar el descontento y el desasosiego que tenía».

TERRENAL Y CELESTIAL / La exposición, que se inauguró ayer con una performance del artista chino que involucró a 20 zaragozanos, incluye fotografías de este arte realizado por el propio artista asiático. En una primera parte, la naturaleza es la protagonista con Cang Xin como «chamán» que relaciona lo terrenal con lo celestial. Así, se puede contemplar al artista, por ejemplo, dentro de un círculo de fuego en medio del hielo («se me pegó la piel en el suelo», recordó ayer) o incluso posar con huesos de ballena en Noruega. Esta primera parte de la muestra se cierra con la imagen más conocida de Cang Xin. En ella, se ven ocho personas amontonadas una encima de otro desnudas. «Es del año 95, cuando los artistas creíamos en el idealismo, pensábamos que éramos héroes y que podíamos cambiar el mundo y la sociedad. Aquí, la idea es que hemos hecho crecer esta montaña un metro con nuestra presencia», explicó Xin.

En la segunda parte de la exposición, dentro de la cripta, el protagonismo recae en la identidad en tres series diferentes. En la primera utiliza su lengua como conexión con elementos «míticos de la historia china en la que hay un discurso propangadístico de que tiene 5.000 años pero no hay pruebas que lo demuestren». A continuación, el propio artista ha posado con la lengua fuera en espacios icónicos de la cultura occidental como «diálogo» con ellas. La muestra se cierra con una serie en la que, intercambiándose la ropa con otros, se pregunta, en voz alta: «¿Quién soy yo?».