PICASSO. ARTE Y ARENA

LUGAR Palacio de Sástago

FECHA Hasta el 4 de mayo

De 1890 es el primer cuadro que se conoce de Pablo Picasso, El pequeño picador amarillo. El mismo año dibujó Escena taurina y seis estudios de palomas. Las plantas, los animales y los pájaros eran temas predilectos de los cuadros de comedor de su padre José Ruiz, cuyo estímulo fue decisivo en Picasso, a quien contagió la pasión por el arte del toreo. Asunto este que protagoniza la actual exposición en el palacio de Sástago, coincidiendo con el 250 aniversario del coso zaragozano, propiedad de la Diputación Provincial de Zaragoza.

El tema taurino fue una constante en la trayectoria de Picasso, a excepción de breves periodos en los que casi desaparece para, a continuación, resurgir con inusitada energía. No es esta una exposición que pretenda mostrar el seguimiento de esa fidelidad temática, por quedar reducida a una secuencia de cerámicas, libros y grabados procedentes de la Fundación Pablo Ruiz Picasso-Museo Casa Natal de Málaga, que se completa con la serie de La tauromaquia o arte de torear, del galerista Antonio de Suñer.

Las obras más tempranas incluidas en la muestra son los aguafuertes que Picasso realizó en torno a 1929 para ilustrar el libro de Balzac Le chef-d'oeuvre inconnu, editado por Vollard en París, en 1931. Aunque la exposición arranca con la serie Toro, once litografías fechadas entre el 5 de diciembre de 1945 y el 17 de enero de 1946, en las que Picasso da cuenta de las posibilidades de representar la figura del toro en un proceso de despiece y despojamiento anatómicos que conduce hasta la linealidad más depurada y esencial. Incomprensible es el comentario de Mario Virgilio Montañez en el catálogo, cuando para defender que Picasso no fue abstracto, argumenta: "Su capacidad de transformación artística supo detenerse en ese momento peligroso en que surge la negación de la forma". Ni hubo momentos peligrosos para Picasso, ni la abstracción merece semejante interpretación. Así, cuando lo consideró oportuno, Picasso desdibujó la forma hasta negarla. Nunca fue la muchedumbre tan ruidosa como cuando la garabateó en el dibujo Escena taurina y seis estudios de palomas. Y nunca hubo espectadores taurinos tan observadores como los de la serie La tauromaquia o arte de torear, reducidos a pequeñas manchas. Tan expresivas y eficaces.

En 1928 Gustavo Gili pensó encargar a Picasso seis aguafuertes para ilustrar el libro La tauromaquia o arte de torear. Obra utilísima para los toreros de profesión, para los aficionados y para toda clase de sujetos que gusten de toros, de José Delgado, alias Pepe Illo. No fue, sin embargo, hasta 1959 cuando se editó el libro con las 26 aguatintas que Picasso realizó en Cannes, entre el 29 de abril y el 3 de mayo de 1957. Sin duda, lo más destacable de esta exposición.