A lo largo de su carrera, John Carpenter, 71 años, ha contado historias de fantasmas marineros sedientos de venganza, asesinos en serie enmascarados, alienígenas robóticos decididos a esclavizar a los terrícolas, coches poseídos por espíritus malignos y antiguos guerreros marcianos. Y por eso incluso es comprensible que en el Festival de Cannes, un lugar donde habitualmente se privilegian el cine con ínfulas artísticas y el glamur más ortodoxo, tradicionalmente no haya habido espacio para sus películas. Pero estamos en el 2019, un tiempo en el que el mundo de la cultura ha virado hacia lo pop y en concreto hacia el género fantástico, y ese es uno de los motivos por los que ahora el neoyorquino ha hecho finalmente su entrada en el certamen, y por la puerta grande: la Quincena de Realizadores le entregó ayer el premio Carroza de Oro en honor a toda su carrera. El otro motivo, por supuesto, es que es un director extraordinario.

La entrega del galardón ha llegado acompañada de la proyección de una de las joyas carpenterianas, el remake La cosa (1982), que en su día se estrenó solo dos semanas después que E. T. El extraterrestre y que, en parte por eso, fue un fracaso comercial estrepitoso. «Además, todo el mundo la odió, incluso mis fans acérrimos. Nunca llegué a entender por qué», recordó el director. «En cualquier caso, me ha parecido que traerla ahora a Cannes sería una bonita venganza».

Protagonizada por una forma de vida extraterrestre parasitaria, La cosa violó la más famosa de las reglas no escritas del cine de terror. «Según ella, el monstruo no debe aparecer en pantalla; hay que mantenerlo oculto al espectador», explica Carpenter. «Sin embargo, yo decidí que lo iba a mostrar, porque quería que todo el público lo sintiera como una criatura viva y horripilante».

ARGENTO, ROMERO Y HOOPER

Carpenter tuvo que pelear duro para imponer sus criterios frente a los productores, que la veían como una película demasiado oscura y deprimente. «En la escuela de cine me enseñaron que todo cineasta debe pelear por imponer su propia visión artística, y desde entonces esa máxima ha regido mi carrera: cada una de mis películas es solo mía, y no dejaré que nadie más ponga sus manazas sobre ella».

Carpenter ha aprovechado su presencia en Cannes para recordar anécdotas relacionadas con algunos de sus títulos icónicos. Sobre La noche de Halloween (1978), hoy considerada una de las películas más influyentes de la historia, explicó que inicialmente recibió críticas demoledoras. «Dijeron que era una porquería, y que yo no tenía ni idea de dirigir actores. Sin embargo, cuando semanas más tarde se estrenó en Nueva york, hubo un crítico que la puso por las nubes y entonces empezó a estar bien considerada». Sin embargo, él tardó un tiempo en enterarse de ese éxito. «El jefe de la productora me invitó a comer, y estaba claro que no lo hacía porque yo le cayera simpático; lo hacía porque me había convertido en un director al que tocaba hacer la pelota».

De El príncipe de las tinieblas (1987), asimismo, dijo que la hizo como reacción contra Hollywood. «Tras ver Inferno, de Darío Argento, me quedé fascinado. Me pareció un ejercicio absoluto de libertad creativa, y decidí que yo quería también quería ser libre. Así que me dije a mí mismo: ‘Que se joda Hollywood’». Argento, aseguró, es uno de los grandes maestros. «En mi opinión los otros dos son George A. Romeo, porque inventó el cine de zombis, y Tobe Hooper, que hizo una de las películas más divertidas y más aterradoras que existen: La matanza de Texas (1974)».

Por último, el director se hizo eco de la controversia en la que se halla envuelta otra de sus películas sobre invasores del espacio, Están vivos (1988), desde que grupos neonazis y antisemitas estadounidenses la abanderaron como alegoría sobre el dominio judío en el mundo. «Yo les contesté que la película no tenía nada que ver con eso, sino que es un ataque a la cultura yuppie y el capitalismo descontrolado. Pero, por algún motivo, siguen sin creerme».

SIN SITIO EN EL NEGOCIO

El asunto del que Carpenter no ha hablado en Cannes es su próxima película, básicamente porque de momento no hay próxima película. «Me encantaría hacer una más, pero tendría que disponer de un presupuesto adecuado y no creo que eso sea posible a estas alturas». Su último largometraje hasta la fecha, Encerrada (2010), tuvo una pobre acogida. «Ya no hay un sitio privilegiado para mí en este negocio, solo soy un viejo director». En cualquier caso, opinó el director, el cine de terror seguirá en auge.