Pilar Eyre fue finalista del Planeta con Mi color favorito es verte, una novela autobiográfica en la que la protagonista se enamora de Sébastien, un correponsal de guerra con el que vive un desenfrenado romance de tres días antes de que se marche a Siria.
--¿Cómo se atrevió a escribir esta historia?
--Está basada en una historia real que viví en agosto del 2013. Yo estaba cenando con unos amigos míos y entró un hombre impresionantemente guapo. Nuestras miradas se cruzaron y fue un absoluto flechazo. Y yo pensé que me miraba porque me conocía de la televisión pero me dí cuenta de que era francés y de que me miraba porque le gustaba. Después de esos vivimos tres días de amor absoluto, fusionados los dos, con esa sensación de que habías estado toda la vida esperando que llegara ese momento. Luego él me dijo que era corresponsal de guerra, que tenía que irse a Siria a cubrir el conflicto, desapareció y, a partir de ahí, llegó un trabajo detectivesco que yo hice para averiguar quién era en realidad Sébastien, lo que había detrás suyo y si me había amado que era lo que más me interesaba.
--¿Lo escribió para sanar la herida?
--No lo hice con afán terapéutico. Esta historia me afectó muchísimo y todavía me está afectando y no podía hacer nada, ni trabajar ni escribir. Y llegó un momento en que mi hijo me preguntó 'pero ¿qué te pasa?' Se lo conté y me dijo, 'escríbelo que es una buena historia' pero lo hice sin ninguna intención de publicarlo. Era un grito de auxilio, una especie de vómito en el que sacaba todo lo que sentía por dentro. Me puse a escribir de una manera torrencial. Y cuando lo terminé me dí cuenta, por un parte, de que era una historia potente y, por otra, de que había contado unas intimidades que no entiendo todavía a día de hoy cómo he podido contarlas.
--¿Es quizá esa escritura impulsiva lo que le ha dado ese atractivo a la novela?
--Ana María Matute me dijo hace algún tiempo que para no perder esa frescura, tienes que escribir rápido y corregir lento. Este libro lo he escrito de una manera torrencial, era como una corriente eléctrica que me recorría los brazos y que iba a parar al teclado del ordenador pero, por otra parte, me he pasado muchas horas corrigiendo, intentando lograr una prosa efectiva.
--También esconde una reivindicación del amor y el sexo a cualquier edad...
--Es que no sé por qué cuando eres mayor te dicen 'qué bien, he encontrado un compañero para ir al cine, para viajar' y yo siempre pienso para todo eso ya tengo amigas, a mi hijo... Yo lo que quiero es enamorarme y que un hombre me dé eso que no puede darme nada más de la vida. Y, en esta ocasión, lo he vivido al 100% como no he vivido ninguna pasión en mi vida porque, al estar ausente el objeto de mi amor, ha permitido que yo lo pueda amar sin freno, sin ningún miedo a que te hieran, a ser vulnerable... Si él no está, me sentía autorizada a quererlo de una forma como no había querido nunca. Sébastien tiene todos los hombres que yo he tenido antes y todos los que yo pudiera tener después... Eso si es que llego a tener alguno porque este amor me ha dejado invalidada para volver a enamorarme.
--¿Es una consecuencia de tener una imagen idealizada de él?
--Sí, pero partamos de la base de que el órgano sexual más grande que tenemos es la imaginación. No es una relación que yo haya conocido por internet y me haya hecho una fantasía con esta persona. La base de esta historia fueron tres días de una relación increíble. La palabra sagrada de los enamorados, siempre, la pronunciamos enseguida. Y eso, haya salido como haya salido la historia, para mí es un regalo que no solo me ha dado vida sino también juventud.
--¿Por qué decidió presentarse al Planeta?
--Yo sabía que tenía una buena historia y decidí presentarla con seudónimo, Coral Teide. Lo entregué y luego tuve esa sorpresa maravillosa de que dijeran mi nombre el día que entregaron el Planeta, que es el premio más importante de las letras españolas, es nuestro Nobel.