SENDEROS A LA MODERNIDAD. PINTURA ESPAÑOLA DE LOS SIGLOS XIX Y XX EN LA COLECCIÓN GERSTENMAIER

LUGAR Palacio de Sástago

FECHA Hasta el 31 de agosto

A esta exposición de la Colección Gerstenmaier le pasa como a varios cuadros con las molduras que los enmarcan: que no se ve y, por tanto, no se entiende. Las razones son fundamentalmente dos: la primera, el gusto privado y libre del coleccionista alemán, ajeno a narraciones e historias que excedan su elección puntual. Y la segunda, muy grave, el desconocimiento de la pintura española del siglo XIX y la falta de discurso teórico que demuestra Marisa Oropesa, comisaria de la muestra, en el montaje de las obras, en el catálogo de la exposición e incluso en el título elegido. La pregunta no se hace esperar: por qué el señor Gerstenmaier --asiduo colaborador en importantes proyectos colectivos-- no confía su colección y sus exposiciones a especialistas en el tema. Una exposición no es una mera secuencia de obras de autores reconocidos que atraigan al gran público, a no ser, claro, que ese sea el motivo principal de quienes la programan. Así presentada, la colección evidencia abundantes lagunas; no es, en absoluto, como se dice en el catálogo: un museo ideal. Como en el resto de los ámbitos, también en el del arte se exige rigor.

Para quienes estén interesados en adentrarse en la complejidad de la pintura española del siglo XIX recomiendo el libro de Carlos Reyero y Mireia Freixa, Pintura y escultura en España, 1800-1910. Una de las claves de la conciencia artística moderna es el fin de las fronteras entre los diferentes géneros que impulsó el Realismo, cuya entrada en España, en la década de 1860, es tardía. El paisaje favoreció la necesidad de "observar la verdad", de ahí la importancia que tendrá en la pintura del XIX, y en la colección Gerstenmaier; si bien conviene diferenciar las aportaciones de unos y otros artistas, así como la calidad y fecha de realización de sus obras. De la primera generación son Fortuny, Haes, Riancho, Rico, Pradilla, Sala y Garnelo. La montaña, el paisaje rural y, sobre todo, la costa, por favorecer análisis de los reflejos luminosos en el agua, se convirtieron en asuntos fundamentales para las búsquedas pictóricas futuras.

La modernidad llegó del norte, de París y Bruselas, a través de artistas como Regoyos, Iturrino o Rusiñol, señala Freixa, con aportaciones de impresionismo y postimpresionismo que habrían de reelaborar. Junto a ellos, citar a Beruete, Zuloaga, Anglada Camarasa o Meifrén; y la pintura luminista de Sorolla, Benedito y Navarro. Y siempre refiriéndonos a la citada exposición, las primeras alternativas de vanguardia las presentan Mir, Nonell y Gutiérrez Solana.

De la colección destacan las obras de Martín Rico, Beruete, Regoyos, Sorolla, Zuloaga, Iturrino, Mir, Nonell y Gutiérrez Solana, cuyo tremendismo debería poner fin a la exposición, extendida sin criterio hasta los años cuarenta del siglo XX.