Zaragoza también vivió su particular movida. Y además tuvo lugar mucho antes que la madrileña. A mediados de los años 60, la capital aragonesa se convirtió en un auténtico hervidero de bandas y conjuntos musicales que, influenciados por los Beatles o Los Brincos, marcaron un antes y un después en la música aragonesa. Grupos como los Rocas Negras, Los Junglas, Los Guayanes, Los Kiowas o Los Titanes pasarán a la historia como los precursores del pop en una época en la que la ciudad vivió una ebullición musical difícil de repetir.

«Estimamos que a mitad de los años 60 en Zaragoza habría unas 400 bandas en activo, incluidos los cantantes solistas. Y no es una exageración, en todos los barrios había un montón de conjuntos queriendo imitar a sus ídolos», destaca el integrante de los Rocas Negras, Santiago Sánchez, que subraya que «la verdadera movida» fue aquella, en la que se pasó «de la copla al pop y al rock». Para reivindicar toda esa escena y esa efervescencia artística, varios músicos de la época decidieron crear en el 2016 la Asociación de Pioneros Aragoneses del Pop/Rock. «Unos años antes algunos miembros de Los Brincos nos invitaron a la fiesta de inauguración de la asociación que habían creado en Madrid con este mismo cometido; nos gustó la idea y decidimos hacer algo parecido en Zaragoza», explica Sánchez, que es secretario de la agrupación.

El reencuentro

La creación de la asociación también fue posible gracias a que algunas bandas de aquella época habían retomado la actividad y se habían reencontrado unos años antes movidas por su pasión por la música. Es el caso de Rocas Negras, que volvieron a los escenarios entre el 2000 y el 2010, o Los Junglas, que regresaron en el 2008. «En realidad nunca hemos dejado de tocar, aunque no lo hiciéramos todos juntos», indica Marcos Saló, fundador y guitarra de Los Junglas.

El pasado 25 de enero fue un gran día para la asociación. La Bóveda del Albergue acogió una fiesta en la que actuaron los Rocas Negras, Los Junglas, The Little Shadows, Alfredo Olalla y Luciano Valentí. La sala se quedó pequeña y resonó con fuerza para reivindicar el legado de todas las bandas de la época. Tanto, que no descartan convocar otra fiesta a medio plazo. «Fue muy bonito y emotivo; había hijos que nunca habían visto actuar a sus padres», señala Sánchez, que tiene 72 años.

Tanto él como Saló recuerdan con gran cariño esos «años dorados» del pop en Zaragoza, una época en la que «pegabas una patada a una piedra y salía un músico». «Cuando formamos el grupo yo tenía 17 años, acababa de entrar en la Facultad de Derecho y ahí fue muy fácil porque había bastante gente a la que le encantaba la música y tocaba algún instrumento», dice Sánchez.

No tuvo que pasar mucho tiempo para que los Rocas Negras comenzaran a ser conocidos en la escena zaragozana gracias, entre otras cosas, a las matinales del antiguo Cine Madrid, en el barrio de las Delicias. «Sobre todo tocábamos versiones y venía muchísima gente joven», recuerda Sánchez. Los Junglas también tocaban allí, así como en la sala de las Hermandades del Trabajo, en la calle Padre Manjón, o en el Cine Pax, en la plaza de la Seo, que se convirtieron en pequeños santuarios para toda una generación de jóvenes.

Las bandas que empezaban a destacar dieron el salto incluso fuera de las fronteras de la comunidad. «En verano tocábamos en muchos pueblos, a Navarra por ejemplo íbamos bastante», indica Sánchez, que recuerda que por un bolo llegaron a cobrar 3.000 pesetas, «que en el año 1966 era mucho dinero».

Fiestas de pueblo

Algo parecido les ocurrió a Los Junglas, que incluso llegaron a actuar en Barcelona. «El grupo lo formamos mi hermano y yo en 1965 junto a unos amigos», recuerda Saló, que posteriormente llegó a dedicarse profesionalmente a la música. «Formé parte de otras bandas como Los Sapetti o Los Salduba; una vez me pegué nueve meses en Mallorca tocando para alemanes», recuerda Saló, que apunta que con una de sus bandas estuvo tocando una buena temporada todos los fines de semana en la antigua discoteca San Jorge (ahora es el restaurante Garden). «En aquella época también trabajaba de chapista y me acuerdo que en los tres días de actuación ganaba lo mismo que en un mes en el taller», destaca.

A los 45 años volvió a la mecánica, pero asegura que siempre se ha sentido músico. «Entre las que he comprado y vendido, por mis manos habrán pasado unas 200 guitarras, ahora tengo 18», subraya Saló. Unos instrumentos que en aquella época eran prohibitivos. «Mi primera guitarra eléctrica me la compré a plazos», recuerda el zaragozano. Lo mismo le sucedió a Sánchez, que era el cantante de los Rocas Negras. «Como al principio a mis padres no les hacía mucha gracia que me metiera en una banda no me dieron dinero y tardé seis meses en pagar mi primer micrófono», comenta Sánchez, que apunta que el amplificador se lo fabricó un técnico amigo suyo.

A pesar de las dificultades, a todos estos precursores les unía su pasión por la música. Un «flechazo» que en el caso de Sánchez comenzó gracias a una radio galena que le fabricó su padre y con la que podía escuchar la emisora de la base aérea americana, que se convirtió en una puerta de entrada al rock y al pop para muchos jóvenes zaragozanos de la época.

El influjo de la base aérea

Una ventana que, por otra parte, ya habían abierto años antes pioneros del rock en Aragón como Rocky Kan, Chico Valento o Gavy Sanders, convertidos ya en clásicos y precursores del género en Aragón y en España. «Me acuerdo la primera vez que oí a Elvis; toda esa música me abrió un mundo nuevo. Cuando tenía 15 o 16 años había noches que me pegaba hasta las cinco de la mañana escuchando la radio», rememora Sánchez.

El pasado 25 de enero tanto él como Saló volvieron a sentirse estrellas del rock y reivindicaron una época que marcó el devenir de la música futura. «Fueron unos años increíbles y muy creativos. Además, gracias a la música pude conquistar a mi mujer, porque le cantaba canciones del Dúo Dinámico. Solo por eso ya mereció la pena meterme en esto», destaca Saló. Pues eso. Larga vida a «los conjuntos».