"Entre el Renacimiento y el Barroco hay una burbuja de 20 años, al comienzo del siglo XVII, en el que España vive un periodo de paz. Reina Felipe III y los ciudadanos no han caído en la cuenta de que no son ya los amos del mundo". En este escenario se desarrolla la novela Ladrones de tinta de Alfonso Mateo-Sagasta, sobre el Madrid de Cervantes (Ediciones B, 572 páginas), presentada ayer en Ambito Cultural por el autor

Nacido en Madrid en 1960 y licenciado en Historia, Mateo-Sagasta muestra en Ladrones de tinta el revuelo armado por un tal Alonso Fernández de Avellaneda que se atreve a sacar una segunda parte del Quijote diez años después de que Francisco Robles editara la novela de Cervantes.

Por Ladrones de tinta desfila un mundo variopinto a punto de cambiar: "La corte despilfarra. Se amasa dinero. Los moriscos han sido expulsados del país, que, entre América, Flandes y la peste, ha perdido a muchos jóvenes. Madrid se llena de mendigos alemanes y holandeses que vienen a enrolarse como mercenarios huyendo de Inglaterra. Es un mundo equívoco y falso; de opulencia, donde todavía la gente como Cervantes guarda una perspectiva optimista del mundo", explicó el autor.

Su libro es un verdadero thriller : Robles, el editor, furioso por que un avispado le pise un negocio por el que lleva años luchando, encarga a Isidoro Montemayor, uno de sus empleados, que encuentre al tal Avellaneda para ajustarle las cuentas. Curtido en todo tipo de lances, Montemayor se mueve como pez en el agua tanto en los tugurios más inhóspitos como en los círculos literarios más selectos.

Pronto descubre que Avellaneda no existe; es un seudónimo tras el que se oculta alguien que dice haber sido ofendido por Cervantes, a quien trata de cornudo y homosexual. A Montemayor no le queda más remedio que sumergirse en el Quijote y en la vida de Don Miguel, para comprobar qué hay de verdad en ello y quien puede odiar al maestro como para acusarle de algo que puede acabar llevándole a la hoguera.

Mateo-Sagasta logra que el lector se sumerja en el Madrid del Siglo de Oro: "Está ya puesta la simiente del colapso del Imperio, pero todavía no se tiene conciencia. El mismo Quevedo es un joven con aspiraciones políticas muy alejado de lo que será después, el paradigma del barroco, la toma de conciencia del desastre. Faltan diez años todavía para que comience la Guerra de los 30 años y en España aún había oro que venía de América, de paso para Génova.".

La búsqueda se convertirá en un recorrido por los autores sospechosos de ser Avellaneda. "Por un lado, aparece la investigación policiaca, por otro, el costumbrismo". Se establece un juego entre el protagonista y los distintos autores: Tirso, Vélez de Guevara, Lope..., quienes se convierten, por la mano de de Mateo-Sagasta, en personajes: "Va a ver a Góngora, que lo niega todo. Deriva a Quevedo y lo considera un patán tremendo". Aún no es el hombre desengañado. El autor muestra lector un marco histórico verdadero y "lo demás son trucos literarios".