Siete de octubre del presente año. Página 100 del teletexto de TVE. 13.03 horas. Aparece un rótulo de Ultima Hora y en letra blanca sobre fondo rojo se nos da la noticia calentita: "El austriaco Elfriede Jelinek es el Premio Nobel de Literatura 2004. Efe". Con el gozo insano de los cazadores de meteduras de pata, mantengo encendida la pantalla para ver cuándo reacciona alguien de nuestra querida tele pública y devuelve a la señora Jelinek al sexo que le corresponde. (En un rápido zapeo, compruebo que ni el teletexto de Antena 3 ni el de Telecinco han convertido en macho a la escritora).

Repantigado en mi sillón y saboreando unas almendrillas acompañadas de manzanilla de Sanlúcar, reloj en mano, se me cae la baba de gusto, pues ya tengo tema de pitorreo para mi tertulia cafeteril, en la que suelo lucir mi inaguantable pedantería.

Va pasando el tiempo y TVE continúa en la inopia. Otro vasito de La Gitana . Treinta y dos minutos exactos estuvo la equivocada noticia campeando en la página de honor. Desapareció a las 13.35 horas, a la par que en la página 129 se nos comunicaba la concesión del premio a "la austriaca Elfriede Jelinek, una destacada escritora en lengua alemana (...). Autora de una gran obra lírica y teatral ganó reconocimiento internacional con la adaptación cinematográfica de su obra El pianista". ¡Pues menos mal que es una escritora destacada y reconocida internacionalmente!

Ha de ser desesperante para los profesionales de la pluma. Escriba usted folio tras folio, pierda sueño, estrújese el magín, sude, aíslese, fuerce la imaginación, tome calmantes, adule críticos, palmee espaldas odiadas, renuncie a preparar oposiciones, consulte diccionarios, corrija y vuelva a corregir, intertextualice, desempolve clásicos, sométase a editores rácanos, y todo ello para que, incluso llegando a ganar el Nobel, no le conozca ni su madre, quiero decir la agencia de noticias Efe. Es como para cambiar de oficio o arrojarse al tren, a elegir.