Para Simon Kinberg, director de X-Men: Fénix Oscura, esta película fue ideada como la culminación de todas las historias sobre los superhéroes mutantes desde que Bryan Singer dirigiera la primera en el 2000, X-Men. Kinberg es una voz autorizada en la materia. Además de escribir notorios éxitos como Sr. y Sra. Smith, el filme de acción con Angelina Jolie y Brad Pitt, y producir la reciente teleserie The twilight zone, creada junto a Jordan Peele, Kinberg escribió el guion de la tercera entrega de la saga mutante, X-Men: La decisión final.

Desde entonces, ha estado detrás de las andanzas cinematográficas de los miembros de la Patrulla X, bien como productor (X-Men: Primera generación), bien como guionista y productor (X-Men: Días del futuro pasado y X-Men: Apocalipsis). Tan autorizada es su voz que ha decidido dirigir personalmente esta última entrega, a expensas de lo que pueda pasar con la franquicia tras la adquisición de Fox por Disney.

La saga de Fénix Oscura es una de las más importantes en las colecciones de X-Men desde que tomo las riendas literarias Chris Claremont, guionista desde 1974 hasta 1991. Dibujada por John Byrne, la historia alrededor de Fénix Oscura se publicó en 1980; el lector la puede encontrar en un solo tomo recopilado por Panini Comics en el 2018. Aunque la primera etapa de X-Men es importante, con la concepción en 1963 de los primeros mutantes, los guiones atrevidos de Stan Lee en torno a la diferencia y el prejuicio social y el trazo emblemático del dibujante Jack Kirby, el trabajo conceptual de Claremont lo eleva notoriamente.

El filme, con un coste de 200 millones de euros, prosigue la saga de Claremont y Byrne, según Kinberg el más crudo, emocionalmente hablando, de todos los arcos temáticos de los X-Men. El punto álgido de este ciclo argumental reside en la transformación de alguien que defiende un determinado ideal y se ve situado en el lado completamente opuesto. Es lo que le ocurre a Jean Grey, encarnada en los primeros filmes por Famke Janssen y, desde X-Men: Apocalipsis, por Sophie Turner.

Durante una misión para rescatar a unos astronautas, Jean recibe una potente descarga de energía y se transforma en la ambiciosa y violenta Fénix Oscura. De hecho, la idea ya fue tratada al final del tercer filme. X-Men: La decisión final giraba en torno a la posibilidad que tenían los mutantes de renunciar a sus poderes e integrarse socialmente (gracias a un gen inventado por el padre de uno de ellos, El Ángel) o continuar detentando sus virtudes siendo marginados por el sistema. En esta tesitura, Jean Grey se convertía en la apocalíptica Fénix y el cambio resultaba ideal para cerrar la primera etapa de la serie cinematográfica.

VAIVENES ÉTICOS

Kinberg se quedó con el gusanillo de seguir indagando en esa transformación, en la idea de la heroína convertida en villana, algo que por otro lado está al orden del día en buena parte de los dramas que experimentan los mutantes: el malvado Magneto también ha establecido alianzas con el profesor Charles Xavier, y otros mutantes como Lobezno tienen una ética dudosa y tanto sirven para representar el lado oscuro como para cantar las bonanzas superheróicas. Es innegable que la buena acogida de un filme como Logan, una especie de wéstern crepuscular sobre el personaje de Lobezno, hace más fácil asumir para todo tipo de espectadores los vaivenes éticos y morales de estos personajes ungidos de un poder casi divino.

La acción se sitúa en 1992, cuando los X-Men aparecen en las portadas de las revistas más prestigiosas. Todo cambia cuando la extraterrestre encarnada por Jessica Chastain controla y manipula los poderes de Jean Grey. Los seguidores de la serie reencontrarán algunos de los rostros de siempre: James McAvoy (Xavier), Michael Fassbender (Magneto) y Jennifer Lawrence, que a instancias de Kinberg aceptó volverse a poner bajo la piel cambiante de Raven/Mística.