Las paredes del claustro renacentista del Centro del Carmen de Valencia, un antiguo convento reconvertido en museo, lucen un grafiti de mil metros cuadrados que ha suscitado atención, polémica e incluso una denuncia por uno de los aspectos sobre los que, paradójicamente, la intervención quiere concienciar: el respeto y la conservación del patrimonio.

La inmensa intervención es parte de la exposición Evreka de PichiAvo, que ha repetido el doblete que hizo Okuda el año pasado de diseñar la Falla del Ayuntamiento y exponer aquí. El trabajo de la pareja superpone esculturas clásicas a una base de grafitis.

«Iniciamos nuestra trayectoria con el grafiti y hemos evolucionado. Culturalmente nos influye todo lo grecorromano igual que el grafiti influye en la sociedad actual», explica Avo. «Trabajamos con temáticas muy clásicas, esculturas que son patrimonio de la humanidad, y lo hacemos desde el respeto y desde nuestros estudios artísticos», apunta.

Y su ya clásica superposición es lo que se ve en el claustro, aunque en este caso haya ganado una dimensión. «Lo que vemos fuera es lo mismo que vemos dentro de la exposición», avanza José Luis Pérez Pont, director del Consorcio de Museos.

«En las obras de PichiAvo hay una base de grafiti puro de texto, del que nos encontramos en las calles y, sobre eso, hacen una veladura con esculturas clásicas. Trabajan el concepto de urban mitology y son personas justamente preocupadas por el patrimonio. En el claustro, en las paredes está esa base de grafiti y la capa de lo clásico se la añade el entorno arquitectónico del claustro», dice.

El director señala que son conscientes de que están en «un edificio que es bien de interés cultural (BIC), que custodiamos y cuidamos con gran cuidado durante todo el año», y remarca que «la intervención es pintura sobre pintura, en paredes que están pintadas desde los años 80 y que periódicamente van recibiendo capas para su mantenimiento». Otras veces ya se ha intervenido sobre ellas, apunta, y subraya que se tomaron todas las precauciones.

El impacto ha sido importante y la recepción desigual. El Circulo por la Defensa del Patrimonio ha afirmado que «no todo vale en nombre del arte actual y menos en un claustro» y ha alertado de que «abre la veda» para imitar estas actuaciones en otros monumentos. En su opinión, aunque se trate de una «intervención temporal y obviamente reversible», la exposición se debería haber circunscrito a la sala, como ocurrió con Okuda.

UGT ha presentado una denuncia en el juzgado por «el grave menoscabo, deslucimiento y deterioro» que, en su opinión, ha sufrido el claustro, y ha afirmado que los responsables del museo han actuado «de forma contraria a la obligación garantista que tiene encomendada».

«La provocación es una de las bellas artes, la polémica y el arte van siempre unidas», asume Pérez Pont, que cree que «se establece una confusión entre lo que representa un daño al patrimonio y lo que es el gusto estético de lo bonito o lo feo» y remarca que es BIC todo el edificio. «Alguien no lo ha entendido bien. Este proyecto ha querido poner el foco, y lo hemos conseguido, en la necesidad de conservar el patrimonio. El centro tiene más de cuatro mil metros cuadrados en ruina desde hace décadas y ninguno de estos agentes se ha tomado la más mínima molestia al menos en los tres años que estoy al frente. Creo que hay un postureo porque si alguien está preocupado por el patrimonio lo está siempre, no sólo en cuestiones de índole estética o de gusto», señala.