Que el circo contemporáneo aragonés goza de una espléndida salud creativa no es algo que ya sorprenda a nadie y buena prueba de ellos son los premios Marcelino Orbés que cada año se entregan y que no son otra cosa que la demostración de la fortaleza creativa (que no conviene mezclarla nunca con el vigor económico de un sector que lucha por sobrevivir y más en los tiempos actuales) de una disciplina que en Aragón no deja de producir talento… y el futuro no deja de ser prometedor.

Es ahí, en ese cultivo y en ese ingenio creativo, donde se debe colocar Infinit, la apuesta de la compañía Seon (creada por el aragonés Daniel Esteban y el catalán Andreu Casadellá) que precisamente fue reconocido como el mejor espectáculo circense en los citados premios y que, con ese aval bajo el brazo, llegó el viernes al Teatro de las Esquinas (donde se iba a poder ya hace unos meses peor la pandemia obligó a que se pospusiera). Y el resultado de ese reencuentro con el público de Seon fue abrumador. Con una puesta en escena ágil en la que se involucra al espectador en cada momento, los dos acróbatas consiguen hilar una propuesta circense en torno al concepto de infinito (o de finito según se mire) que logra la ensoñación de la realidad acerca de la idea de que si lo que ha pasado forma parte del presente o no. A partir de ahí, la pareja artística conforma una sucesión de escenas con pelotas y un trapecio que preside la escena en todo momento en el que el ritmo vertiginoso da paso a momentos de calma (necesarios para la recuperación física de los dos artistas) en los que juegan de manera nada casual con el humor otorgándole una nueva dimensión a este Infinit.

Y, entre este maremágnum y sucesión de elementos circenses protagonizadas por dos personajes del absurdo, se cuelan varios planos diferentes del mismo espectáculo. Una producción destinada a un público familiar en la que se puede disfrutar de las acrobacias y números imposibles pero que encierra, desde ese mismo cuestionamiento del infinito a través del absurdo, una reflexión sobre la esencia misma de la existencia que puede calar en los espectadores más avezados.

Es, como decía al principio, la demostración de que el circo contemporáneo aragonés está pasando actualmente por un gran momento y, sobre todo, la puesta en valor de que es una disciplina en la que tiene cabida muchos géneros para alejarlo definitivamente de una imagen clásica en la que durante muchos años ha estado encasillado. No hace falta ni explicar a qué nos referimos. Así las cosas, este Infinit, de la compañía Seon, a pesar de todo y sobre todo de la situación pandémica actual, está condenado a exportarse por muchos otros lugarescondenado de la geografía española. Habrá que cruzar los dedos… y larga vida a las acrobacias imposibles trufadas del humor existencialista.