Documental sobre (o con) Arkade Fire. Escrituras y cantos (con Exquirla) de Niño de Elche. Reedición de la obra cumbre de Cabrera Infante, que cumple 50 años. Bob Dylan vuelve, con álbum triple, al cancionero americano. Y Arto Lindsay edita disco nuevo tras 13 años alejado de las grabaciones. Pese a que alguien diga que no los comparte, aquí hay postres como para una boda.

Documental neobarroco. Si hay un grupo al que podamos incluir en esa taxonomía que el ensayista Omar Calabrese definió como neobarroco, ese es sin duda Arcade Fire. La banda canadiense liderada por el matrimonio formado por Win Butler y Régine Chasagne es paradigma del uso del fragmento y de la cita musical. De ahí que el documental The Reflektor Tapes (Universal), estrenado en cines hace un par de años y editado recientemente en DVD, participe también de esa concepción artística neobarroca. Dirigido por Kahlil Joseph, responsable de excelentes videoclips para músicos como Kendrick Lamar, y premiado en el festival Sundance, no es en puridad una película sobre Arcade Fire sino con Arcade Fire: con declaraciones del grupo (pocas) e imágenes sobre la construcción del disco Reflektor, los viajes de la banda y algunas actuaciones, la cinta es un patchwork que muestra más que indaga, retrata más que confiesa. Fuera de los límites del documental canónico, Reflektor Tapes es una creación en si mismo, un producto descriptivo más que narrativo, armado con diferentes y atractivas técnicas visuales,

Al documental acompaña un concierto registrado en directo en el Earls Court (Londres), dentro de la gira de presentación de Reflektor. Piezas de ese álbum y de otros anteriores conforman un programa grabado sin reparar en gastos, con un ambiente (as usual) muy teatral, en el que a veces la cámara juega como un miembro más del grupo en el escenario. Un espectáculo notable, vaya. Complemento de un documental muy poco canónico.

Las tres caras del ‘crooner’ Dylan. Tras las experiencias de Shadows In the Night (2015) y Fallen Angels (2016), dos discos en los que Bob Dylan indagaba en el american songbook, el nobelizado músico vuelve a las andadas y lo hace con el triple álbum Triplicate (Sony). Objetivamente, todas las piezas presentadas cabían en dos CD, mas parece que Bob optó por el triplete para que la apuesta le quedase conceptualmente redonda: canciones de desengaño, piezas sobre amores reales o imaginarios, y composiciones más o menos crepusculares. A cada tema, su disco. En los tres canta con su banda y el apoyo de una sección de viento dirigida y arreglada por James Harper. Por supuesto, Jack Frost, heterónimo de Dylan desde los años 90, produce todo el conjunto.

En el primer disco el de Minesota se muestra como un crooner doliente, y en él aborda con tino piezas como Stormy Weather, This Nearly Was Mine y My One And Only Love; en el segundo interpreta como un animoso narrador de sensaciones obras como Braggin’, As Time Goses By y The Best Is Yet To Come, y en el tercero, destacando composiciones como Sentimental Journey, When The Wolrd Eas Young y Stardust, encontramos a un Dylan con el aplomo de quien casi está de vuelta de todo.

¿Sobran canciones en esta apiesta de 30 títulos? No para los dylanianos; sí que chirría en algunos casos el abuso de la steel guitar. Como contrapartida, Triplicate es musicalmente más robusto que sus dos predecesores mencionados. Puede que cuando termine de hurgar en el pasado, Bob vuelva a pensar en el futuro. Más aviso de que el american songbook da para muchos discos.

Dos platos sin postre. En el libro No comparto los postres (editorial Bandaàparte) ese heterodoxo cantaor multicisciplinar que responde por Niño de Elche deja algunas cosas al descubierto sobre sus intenciones artísticas y personales. Puede que no nos invite al postre, pero sí a algunos platos previos. Entrevistas, transcripciones de debates en los que ha participado, confesiones, opiniones e incluso críticas adversas configuran el texto (interesantísimo) que nos acerca cuando menos un poco a creador tan singular. Ese que con el grupo de rock instrumental Tundra ha formado Exquirla, cuyo encuentro, con textos de Enrique Dalcón, ha quedado reflejado en el álbum Para quienes aún viven (Superball Music), un trabajo donde muchos quieren ver la continuación del morentiano Omega, pero no: hay mucha tela que cortar en Para quienes aún viven, pero (no se sorprendan) la más evidente sale del telar del añorado grupo Triana. Más hiriente, más salvaje, pero trianero, oiga,

Ella cantaba boleros. De verdad: lo de menos es que la redición que celebra el 50 aniversario de Tres tristes tigres, la gran obra de Guillermo Cabrera Infante, venga con el añadido de un texto del autor sobre la censura que el libro sufrió en la España franquista. Lo demás es el gozo de la oportunidad de volver (para algunos de descubrir) a ese libro inmenso de estructura rupturista, de sabroso y musical lenguaje habanero, de personajes al servicio del calor de la noche, de la coralidad, de los puntos de vista, del montaje cinematográfico, del calambur, el retruécano, la paronomasia, el hiperbatón... Casi todas las figuras retóricas que han sido y son. Son cubano, y rumba, y chachachá (sin delito). Ya lo dijo Carlos Fuentes: «Es una novela que permite efectuar el tránsito verbal del pasado al futuro».

Alma partida. Ese neoyorquino con alma brasileña llamado Arto Lindsay es, se sabe, un revoltoso sonoro de altura. No tiene el corazón partío, pero sí el alma creadora: por un lado, el pop elegante, sinuoso; por otro, la revuelta, el ruido y la furia. Después de 13 años sin editar un disco de estudio, Arto ofrece ahora este muy recomendable Cuidado madame, cuyo título ha tomado prestado de una película. Y si la canción que lo cierra es un excelente ejemplo de pop de lujo con acentos del Brasil más sinuoso, la anterior la ha construido con tambores candomblé, órganos punzantes y guitarras navajeras. Son dos muestras que delatan como es este disco espléndido.