La artista aragonesa Charo Pradas (Hoz de la Vieja, Teruel, 1960) expone en las salas medievales del Monasterio de Veruela entre hoy y el 18 de julio su muestra Sin ojos , que ayer fue presentada en la DPZ por Cristina Palacín, diputada de Cultura, el director del área de Cultura de la DPZ, Alfredo Romero, y la propia pintora.

En palabras de Palacín, la muestra, que consta de 31 cuadros de gran formato, posee la peculiaridad de "hacer cómplice al espectador gracias a sus obras surrealizantes".

Pradas, que pertenece a una generación de pintores, cada vez más influyentes en el ámbito internacional, ha ido evolucionando en su manera de concebir la pintura a través de las décadas. La artista aragonesa comenzó su carrera pintando ambiguas formas orgánicas. Con el tiempo, éstas se han ido simplificando hasta convertirse en espirales, muelles y espacios pulsantes, reflejo de los gestos pictóricos que han provocado su configuración. Pero más allá de la evidente delectación con la que se subrayan efectos ópticos u ornamentales, estas pinturas de colores extraños se convierten en una meditación sobre la naturaleza del arte como actividad física y mental. Y más que disposiciones ordenadas de formas y colores sobre una superficie plana, testimonian un intento de plasmación de lo visible.

En palabras de la artista, la muestra posee "formas redondeadas y focos de atención", así como que reconoce que los cuadros "tienen una pincelada mucho más suelta". "Evolucionamos en espiral. A cada paso que damos retomamos cosas antiguas, y yo ahora estoy viviendo un momento dulce porque mi obra se va depurando y estoy sintetizando lo mejor de cada época de mi pintura", afirma.

Las formas circulares que abundan en la obra de Charo Pradas de los años 90 parecían resultar de una suerte de danza, registrando la energía misma que las originaba convertida en imagen pictórica. El círculo y la espiral eran las concreciones dominantes de ese ejercicio, remitiendo claramente a ideas abstractas. Y en esta muestra se puede observar sobremanera la brillante utilización de estos signos que provocan en el espectador sensaciones de lo que no puede representarse.

Así pues, las imágenes que Charo Pradas ha elegido para esta muestra parecen demostrar que se interesa por nuevas posibilidades. Son imágenes veladas que sugieren, todavía, un mayor ensimismamiento. Se trata de cuadros menos dogmáticos, llenos de movimientos contradictorios y de situaciones ocultas, donde la mirada del espectador no sigue un curso determinado sino que se pierde a su capricho entre goteos y desplazamientos acuosos.