Estaba cantado que Matthew McConaughey se llevaría el Oscar al mejor actor, no tanto porque los académicos de Hollywood sienten debilidad por los personajes con minusvalías, enfermedades o demás hándicaps --que también-- como porque les encanta premiar a los intérpretes capaces de reinventarse o, mejor aún, de redimirse. Después de todo, con el tiempo McConaughey, de 44 años, había llegado a convertirse en un chiste, una bronceada y autoparódica perversión de la masculinidad moderna con Planes de boda (2001), Novia por contrato (2006), Como locos... a por el oro (2008)-- como por la actitud de chulo de playa en su vida privada.

Pero un día el actor tejano decidió rehabilitarse y, gracias a la suerte, el buen trabajo de sus agentes, un puñado de directores que confiaron en él y, sí, mucho talento, como resultado ha pasado los últimos tres años ofreciendo grandes interpretaciones en películas como Killer Joe (2011), Magic Mike (2012), Mud (2012), la serie True Detective (2014) y, cómo no, Dallas Buyers Club, que es la historia de un hombre que se empeñó en quitarles la razón a quienes le daban por muerto, lo mismo que McCona-ughey ha hecho con quienes quisieron enterrar su carrera. Por ese motivo, hoy muchos le deben a una disculpa.