Polifacético y multidisciplinar, además de comprometido, son los adjetivos que mejor describen a William Kentridge (Johannesburgo, 1955), galardonado ayer con el Premio Princesa de Asturias de las Artes. No en vano, el autor sudafricano ha tocado todos los palos de la creación, y lo ha hecho con éxito. De ahí el acta del jurado, que lo ha premiado «por ser uno de los artistas más completos e innovadores del panorama internacional». Vean si no: pese a ser conocido sobre todo por sus dibujos animados, películas dibujadas las llaman los expertos, Kentridge ha cultivado también el cine y el teatro, la escenografía, el collage, el grabado, la escultura y el videoarte.

Y lo ha hecho siempre abordando la sociedad de su país de origen, fuertemente marcada por la división racial y el apartheid. Razón por la cual, además de su virtuosismo, la elección haya tenido en cuenta que «se trata de un artista profundamente comprometido con la realidad». Algo que le viene de familia, puesto que sus padres ejercieron como abogados especializados en las víctimas del apartheid.

La primera y última gran exposición de su obra por España -en octubre expondrá en el Reina Sofía de Madrid en una muestra comisariada por Manuel Borla-Villel y Soledad Liaño- fue en 1999, cuando el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona le dedicó una amplia muestra a sus películas dibujadas. Cintas que realiza a partir de dibujos al carboncillo que modifica (borra y añade elementos) a la vez que filma. Y cuyo estilo, tan variado como su creación, remite tanto al dadaísmo y al expresionismo alemán, como a los dibujos animados de los años 60 o a los grabados de Francisco de Goya.

PASIÓN INFANTIL / Su pasión por el dibujo le viene de niño, de cuando observaba trabajar con el carboncillo a Damiel Feni, algo que con los años le hizo comprender que no le hacía falta pintar al óleo para ser artista. Y la querencia por la figuración es consecuencia del reto que le lanzó uno de sus profesores de la prestigiosa Johannesburg Art Foundation, donde estudió tras graduarse en Ciencias Políticas y Estudios Africanos por la Universidad de Witwatersrand.

También pasó por la Escuela Internacional de Teatro Jacques Lecoq de París. Allí descubrió que era un mal actor, cosa que no le hizo abandonar el teatro, sino redirigir sus intereses hacia la puesta en escena. Y a esta producción plástica a través del teatro y de la ópera le dedicará una exposición el Museo Reina Sofía de Madrid en octubre.

Pero pese a que empezó y nunca ha abandonado el trabajo escénico, el reconocimiento internacional se lo dieron las artes plásticas tras su participación en la primera Bienal de Johannesburgo (1995) y, sobre todo, después de exponer en la Documenta X de Kassel (1997).

PROFUNDO Y METAFÓRICO / Creador meticuloso y profundo, ha utilizado siempre su obra, independientemente del formato, para expresar emociones relacionadas con la realidad sociopolítica de su país: para hablar del maltrato y del sufrimiento, la culpa y la confesión, la dominación y la emancipación, pero no para ilustrar directamente el apartheid, sino para comunicar su mensaje a través de la metáfora. Obra que ha expuesto en todos los grandes museos, como el MoMA (Nueva York), que le dedicó una retrospectiva en 2010, el Albertina Museum (Viena), el Louvre (París) y el Museo de Bellas Artes de Budapest, entre otros.

Cada Premio Princesa de Asturias está dotado con la reproducción de una escultura de Joan Miró, la cantidad en metálico de 50.000 euros, un diploma y una insignia