Si no hay películas no hay premios. Y tal y como se demostró anoche en la gala de los premios Simón que otorga la Academia del Cine Aragonés, hay películas, hay premios y también hay mucho futuro. Y esos trabajos tienen mayoritariamente nombre de mujer. El documental Bécquer y las brujas, de Elena Cid, fue el más galardonado, ya que se llevó cuatro estatuillas (de las seis a las que estaba nominado), a mejor documental, mejor dirección, guion y montajes, todos para Cid. Miau, que optaba a siete, se tuvo que conformar con tres, mejor largometraje, producción (Gloria Sendino) y fotografía (Adrián Barcelona).

Un galardón se llevaron La tierra muerta, de Sergio Duce, a mejor corto; La comulgante, de Ignacio Lasierra, a mejor interpretación (Andrea Fandós); Carrasca, de Alejandro Cortés, a mejor banda sonora; y Soñando un lugar, de Alfonso Kint, a mejor cateoría especial por la temática social

Elena Cid fue la que subió en más ocasiones al escenario de la sala Mozart, donde se celebró la gala -incluso para recoger el de mejor documental, antes lo tuvieron que hacer las productoras porque ella no había vuelto de recoger el anterior-. La cinta recoge momentos dramatizados sobre Gustavo Adolfo Bécquer al mismo tiempo que recuerda su paso por Trasmoz, el publo de las brujas, el único lugar oficial maldito de España. La directora, que ha estado trabajando durante cuatro años en esta película, reconoció que la documentación ha supuesto un «aprendizaje inmenso, porque la historia de la brujería es la historia de la mujer». De hecho, señaló que el llevarse tantos premios se debe «al azar» o, mejor dicho, «a las brujas».

REIVINDICACIONES

El equipo de Miau fue más reivindicativo a la hora de recoger sus galardones. Gloria Sendino quiso «animar a sacar proyectos adelante»; Jaime García, hizo hincapié en que «nadie nos paga las películas» ya que suponen «mucho esfuerzo y asumir un gran riesgo». El director, Ignacio Estaregui, agradeció a José Luis Saldaña-autor del libro en la que se inspira- el «compartir una visión del mundo y del humor que no hace reír a todos». Además, hizo hincapié en que Miau había sido la única producción aragonesa nominada (compartía candidatura con Incierta Gloria, de Agustín Villaronga) y pidió una «industria fuerte, tal y como prometió en su momento nuestro presidente». Por eso, dedicó el galardón al público, ya que si de él depende «si las historias pueden rodarse en Zaragoza, así será».

MOMENTOS EMOTIVOS

La gala, que presentaron Míriam Domínguez y Rafa Maza, tuvo música, humor y muchos momentos emotivos. El mayor, cuando Jesús Vidal, protagonista de Campeones, recogió su galardón de Embajador del cine aragonés, citó películas de la tierra y señaló la valentía de reconocer «el valor añadido que para el mundo del arte tenemos las personas diferentes, que podemos interpretar personajes incluso que no tengan discapacidad, a ver si los directores toman nota». Además reivindicó el cine como «punto esencial de la educación».

También cuando los alumnos del colegio Castillo Qadrit de Cadrete interpretaron la canción Vuela pajarita, de su corto sobre la inclusión. Cuando Andrea Fandós se quedó sin palabras y solo reía al recoger su galardón a mejor actriz por La comulgante. O el momento en el que Gabriel Latorre entregó a Félix Zapatero el Simón de honor, que dedicó a toda «la gente con la que he trabajado».

Jesús Marco, presidente de la Academia del Cine Aragonés, invitó a disfrutar del cine. Tras la gala, él y la junta directiva, dimitió por el fallo de ponderación en la primera votación de los premios Simón. Solo Nacho Escuín, director general de Cultura, le agradeció el «saber pedir perdón». Pero el cine aragonés sigue y muchos directores están preparando sus nuevos trabajos, que quizá al año que viene se lleven un Simón.