La exposición "Goya y Buñuel. Los sueños de la razón" cuenta desde hoy con un nuevo inquilino, el primer autorretrato del pintor de Fuendetodos, cuando este rozaba la treintena, que mira directamente a los ojos del cineasta de Calanda para evidenciar los puntos comunes de sus respectivos procesos creativos.

La muestra, que se puede ver en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid hasta el 4 de marzo, ha incorporado hoy el primer autorretrato conocido de Francisco de Goya, propiedad de la Fundación Ibercaja y que se puede contemplar en el museo dedicado al pintor en la capital aragonesa.

La consejera de Educación y Cultura del Gobierno de Aragón, Mayte Pérez, ha asistido hoy al acto de colocación de este cuadro en un lugar destacado de la exposición, junto a una fotografía de Buñuel, también en su treintena, tomada en pleno rodaje de "Un perro andaluz", en 1929.

Más de 5.000 personas han visitado ya esta muestra, cuyos organizadores esperan que este extraordinario autorretrato suponga un revulsivo en la curiosidad del público, en tanto en cuanto es el primero conocido de los numerosos realizados por Goya, fechado en torno a 1775, justo a su llegada a Madrid para convertirse en pintor de la corte.

Goya se retrató a sí mismo en actitud casi romántica, con una larga melena negra y una intensa expresión en los ojos, lo que hace pensar que quiso mostrarse en su más profunda individualidad y como un hombre "tocado por la capacidad de creación", según José Ignacio Calvo, uno de los comisarios de la muestra.

Junto a él, en la pared del fondo de la sala principal de la exposición, cuelga una foto de Luis Buñuel, que mira desafiante a la cámara, seguramente en un descanso del rodaje de Un perro andaluz.

Los dos, ha enfatizado la consejera, se unen en esta muestra para enseñar Aragón al mundo como una tierra "plena de talento" y para contribuir, desde la cultura de la comunidad, a hacer de España un país mejor.

Como los dos maestros universales a quienes se pone ahora a dialogar, la exposición pretende horadar las conciencias, desde la curiosidad, la sorpresa y, sobre todo, la libertad, pero sin dar en ningún caso lecciones morales.

Amparo Martín es la otra comisaria de la muestra y, según ella, la exposición hermana a dos autores que, aún separados por más de 150 años, se atrevieron a pergeñar sus obras de una mana similar, bajo la idea de la libertad individual que conduce indefectiblemente a la libertad creativa y con un profundo espíritu crítico hacia el mundo circundante.

Ambos sabían que al provocar y al trastocar iconografías y símbolos convencionales se abrían insospechados caminos artísticos, y así se muestran juntos algunos de los "Caprichos" de Goya, con burdas escenas de carnaval o rostros grotescos, se muestran junto a imágenes de las prostitutas de "Nazarín" o el leproso de "Viridiana".

Y ambos, Goya y Buñuel, pusieron especial empeño en denunciar la inutilidad de la guerra, el primero tras haber vivido la de la Independencia y el segundo tras pasar por la Segunda Mundial y por la Guerra Civil.

La exposición hace hincapié en que el pintor y el cineasta, ambos aragoneses, ambos sordos y ambos tocados por la cultura francesa, se guiaban por la idea de que no hay que ser siempre complaciente y dejar una sensación de zozobra en el espectador.

Además de cuadros y grabados de Goya y de fotografías y secuencias de películas de Buñuel, la muestra incluye libros que les influyeron o algunos documentos curiosos, como el primer libreto para un obra de teatro del calandino, dedicado de su puño y letra a Federico García Lorca, o el último guión que escribió, con un dibujo de uno de sus colaboradores en el que, visionario, se muestra una guerra con ataque nuclear incluido a cargo de células terroristas.

Hay una sala entera dedicada a las convergencias directas y específicas, al influjo de Goya en Buñuel, quien por encargo escribió un guión sobre el pintor de Fuendetodos basado en sus amores con la duquesa de Alba.

La investigación que llevó a cabo para este proyecto, que nunca se rodó, dejó en Buñuel una impronta que tiene múltiples destellos en muchas de sus escenas.

Goya y Buñuel muestran en esta exposición, en definitiva, que fueron tenaces luchadores -cualidad atribuible por tradición a cualquier aragonés-, que compartieron unas profundas raíces hispánicas que no pararon de cuestionarse y que compartieron el mismo interés por el esperpento y por lo absurdo.