La primera corrida de la feria de La Albahaca de Huesca comenzó con la novedad de una nueva empresa (Tauroemoción) y con los tendidos abarrotados para festejar el día del patrón San Lorenzo. Tan solo diez minutos antes del tararí faltaba por acceder casi la mitad del aforo. Pero es que Huesca es así. Son tardanos porque la gastronomía y la amistad en el Alto Aragón son religión. El corazón se les hace verde y la albahaca perfuma la bonhomía de una ciudad que se entrega y te entrega todo a cada minuto.

En el coso tampoco es menos. Las peñas de sol, a rebufo del chilindrón y los ríos de bebibles de toda condición y catadura regalaron a Cayetano una oreja tras andarle a un primer toro de su lote, por ahí, en sus inmediaciones. Había comenzado bajo la solanera con descaro y descarado en busca de la oreja facilona.

Comenzó de rodillas para hacer causa común con un toro feble e inválido que anduvo por los suelos con frecuencia. Daba lástima ver a un animal supuestamente bravo en esas condiciones, derrumbándose hasta en cuatro ocasiones. Pero acabó con la farsa de un estoconazo y le dieron la oreja. En su otro fue la no faena.

Tuvo más suerte que Sebastián Castella, que apechugó con dos bodrios infames. El que abrió plaza se defendió tragándose apenas medios muletazos. El cuarto fue devuelto y el sustituto de la misma ganadería se fracturó la extremidad anterior derecha antes de tomar la muleta.

SIMÓN EN HOMBROS

La engañosa puerta grande del torero de Barajas refleja, no obstante, el buen momento en el que se encuentra. Supo «hacer» un toro en el sexto turno a base de temple y muñeca. Sin violentar nunca los viajes perezosos y descastadillos del toro más chico del encierro, acabó metido entre los pitones aportando la emoción de que careció la birria. El doble premio deja ojiplático a cualquiera con un mínimo rigor.

Antes había terminado también en las cercanías otra faena de medios pases, lo que le dejada el cobardón toro de Blázquez.

Fue la corrida en conjunto grandona para tan poca caja. De uno o ningún puyazo. Cambiada casi siempre con dos pares de banderillas y rodando por los suelos en exceso. Quizá en una plaza de tercera con 60 Kg. menos hubiera sido otra. Pero ayer fue una ruina en la que no caben apenas aspectos positivos. Hay tentaderos de hembras más exigentes.

Un comportamiento tan uniforme para mal quizá recomendara el análisis post mortem de las reses. Se derrumbaron en demasía. Y la extrema dureza del ruedo, en el que apenas dejaban huella los caballos de picar, no es excusa. Aunque contribuyera a ello.

El toro «artista» da paso hoy a los grises de Adolfo Martín. Hagamos comparaciones.