Cuando le preguntas sobre las sensaciones que produce tocar en la calle le cambia la cara: «Yo creo que es la mejor experiencia que puedes tener, el mejor público», dice con una sonrisa en la boca: «La gente de la calle es totalmente de verdad. Yo estoy muy acostumbrada a hacer escenarios y me gusta mucho estar en la altura por la adrenalina que produce pero el público es mucho más cercano y puro en la calle». Algo que tiene claro que no es casual: «Es que quien se quiere parar, se para, quien no le gusta, se va, los niños se ponen a bailar y te sonríen, te dan toda su energía, la gente mayor cuando de verdad le gusta se nota también… Es tan bonito, tan bonito», repite dos veces Rachel Merodio cuyo proyecto MO’G lleva saliendo a la calle cerca de dos años. De hecho, le gusta tanto que lanza una confesión: «Yo he cambiado hacer escenarios por estar en la calle... es que no sé bien cómo decirlo porque mi intención es seguir haciendo también escenarios pero tocar fuera es algo que es de verdad».

Fue hace tres años cuando solicitó la licencia para poder tocar en la calle y empezó a salir hace dos aunque ha sido hace unos meses cuando se ha lanzado de lleno a tocar al aire libre. ¿Qué le llevo a hacer este salto? «Necesitaba pureza», asegura en consonancia con lo que había expresado hasta ahora y, en eso, la calle «es única».

CALLE ALFONSO Y EL TUBO

A MO’G se le puede encontrar habitualmente los fines de semana en el entorno de la calle Alfonso o por el Tubo y normalmente rodeada de bastante gente que se detiene a escuchar su cálida voz: «Con este proyecto, hago habitualmente temas clásicos de jazz, blues, soul, también de rock and roll... Y estoy mirando músicos para ampliar y hacer una banda de músicos, ahora de momento estoy cantando en solitario con una base».

¿Cuánto tiempo suele salir cada vez que lo hace? «No sé decirte cuánto, tampoco hay que pasarse, eso creo que se va viendo. Lo mejor es salir cuando uno se encuentra bien e irse cuando uno no se encuentra del todo bien porque, al final, cuando cantas estás transmitiendo y no hay nada más que eso por mucho que hagas o que lo intentes esconder…», afirma antes de proseguir con su reflexión: «Prácticamente estás desnudándote, pienso que es el arte en el que más te desnudas. Estar cara al público interpretando música significa que estás diciendo cómo estás, qué sientes e incluso aunque quieras transmitir otra cosa, no lo vas a conseguir del todo a no ser que estés actuando y lo hagas muy bien». Y todo eso exige, por lo tanto, estar a tope cada vez que sales a cantar: «Si lo haces tal y como lo sientes, tienes que estar bien. Si no estás bien, vete a tu casa y échate una siesta», asevera con sinceridad antes de explicar que en la calle puedes (y debes) ir adaptándote a lo que vas sintiendo: «Vas viendo totalmente la reacción del público y yo me voy adaptando a cómo se siente la gente y cómo me voy sintiendo yo, las dos cosas».

Tanto le gusta salir a la calle a la artista que no tiene ningún problema en desafiar al frío: «Hasta ahora llevaba seis años haciendo orquestas y también cantaba en la calle con otros músicos y salía todo el año. El frío echa para atrás, claro, el cierzo aún más y la lluvia ya... pero cuando es demasiado siempre hay barecillos que te apoyan, a ti y a la la música y siempre hay acústicos en algún sitio en los que podernos refugiar que también está muy bien», dice con rotundidad y apunta, «¿Que si en invierno salgo a la calle también? Sí, sí, sí… me encanta cantar en la calle», se ríe.

APRECIO EN LA CIUDAD

Salir a la calle, viendo a MO’G, está claro que tiene un gran componente de pasión y amor por la música, quizá más en una ciudad como la capital aragonesa en la que el clima no es el ideal para hacerlo, pero la gran duda que suele tener el paseante es ¿la gente responde también económicamente cuando ve un artista callejero? «Aquí, en Zaragoza, la verdad es que hay bastante respeto por la música en la calle, en otras ciudades no tanto pero aquí sí, yo estoy contenta», dice al tiempo que recuerda que también ha salido a cantar en otros lugares en España: «He probado otras ciudades y como aquí yo creo que en ningún sitio pero, claro, son más grandes y a fin de cuentas, también hay más músicos y la gente pues está más acostumbrada, más cansada… no sé si se puede comparar directamente», concluye la artista que disfruta con esta etapa más callejera de su vida casi más que con ninguna otra.