TITULO Puro humo

AUTORA Victoria Moro

LUGAR Galería Antonia Puyó

FECHAS Hasta el 26 de mayo

El paisaje no puede entenderse sin la mirada de quien lo contempla, interpreta y organiza. Victoria Moro pinta el paisaje de las vegas cubanas de memoria, recreándose con exquisita delicadeza en los infinitos matices de la naturaleza. Siempre dispuesta al viaje, Victoria Moro presenta en la galería Antonia Puyó la singular cartografía pintada de su itinerario por la ruta del tabaco de Pinar del Río, cuyo título Puro humo toma del libro de Guillermo Cabrera Infante, pues no en vano, como aseguran los viajeros más consumados, todo viaje comienza en una librería.

Claro que este Puro humo de Victoria Moro nada tiene de literario; es la pura imagen pintada de un paisaje vivido que pertenece en exclusiva a la artista, quien lo reinventa para brindarlo a la contemplación del espectador. Libertad para ver y pintar todo aquello que atrajo la mirada, en ocasiones sorprendida al hallar lo que no andaba buscando.

Victoria Moro, acompañada del humo de Cabrera Infante, se adentra en la ruta conocida como Vuelta Abajo para saber del complicado proceso de elaboración del tabaco; de todo toma apuntes en sus cuadernos de viaje que le servirán para fijar y afirmar el orden sensible antes de comenzar a pintar.

Apenas interesada en las descripciones, su búsqueda se dirige a valorar la autonomía de la visión a través de la pura imagen pintada. Es por tanto la intensidad de lo vivido el impulso que dirige su acción pictórica: el trazo discurre suelto y dibuja en su recorrido formas, vertebra la estructura armónica de un espacio dinámico en el que participan múltiples perspectivas y organiza la reflexión estética.

La historia de la pintura de paisaje sitúa su nacimiento en China, alrededor del siglo V. Colón estaba convencido de que había llegado a Oriente; de hecho, anota Cabrera Infante, como en una parodia cruel, estaba en la provincia de Oriente, Cuba. Quizá por azar, Moro concilia las particularidades del espacio geográfico soporte concreto de estos paisajes con determinados conceptos de la pintura china, como la dicotomía lleno-vacío y la compleja densidad de la pintura con escasos medios.

La fragilidad exquisita del trazo se alía con el color de los parajes cubanos; el verde de las hojas del tabaco y el rojo de la tierra, contrastados en un escenario de luz que estalla sobre el blanco de las sabanas que cubren los campos. De entre el paisaje surgen los rostros atentos de despalilladoras, escogedoras y torcedores. A su lado, hojas de tabaco adheridas al espacio inventado de la pintura comparten encuentros y auguran continuas mutaciones. Como puro humo, el ritmo gestual de los trazos establecen distancias y dibujan formas, volúmenes y colores con minuciosidad caligráfica y fluidez placentera.