Tengo escrito que escuchar a Sílvia Pérez Cruz es una experiencia cercana al éxtasis, pues lo suyo es un canto espiritual, aunque laico y del siglo XXI. Sí, hay quien sostiene, y no sin razón, que en ocasiones esta artista de talento notable y voz prodigiosa se deja llevar por algún manierismo, pero son las menos. Las más, Silvia explora sin cortapisas todos los recovecos de su voz, indaga en la esencia más oculta de las canciones y las transforma, reformulándolas, llevándolas a un terreno en el que la experimentación, de puro gozo, se convierte en cotidianeidad.

El jueves, Sílvia Pérez Cruz volvió a Zaragoza, al Teatro Principal, escenario donde dejó sin aliento a los espectadores en mayo de 2015, en la presentación del disco granada (así, con minúscula inicial), acompañada a la guitarra por Raül Fernández Refree. En este regreso ha venido con otro álbum (Vestida de nit) y un grupo de cinco músicos: Carlos Monfort y Elena Rey (violines), Anna Aldomá (viola), Joan Antonio Pich (cello) y Miquel Ángel Cordero (contrabajo). Mas no crean que al ser una formación tan de cámara la cantante ha optado por el clasicismo o lo canónico, no; ese conjunto de cuerdas pasea las canciones por territorios rigurosamente contemporáneos ofreciendo a la voz de Silvia un abanico amplísimo de soluciones expresivas.

Justo es anotar que la interpretación de No hay tanto pan recibió uno de los aplausos más largos que uno recuerda en un concierto de música popular; igual que es necesario resaltar los brillantes arreglos de Gallo rojo, gallo negro, el segundo bis, con el que se terminó la velada.

Son dos ejemplos extremos de un trabajo arreglístico excelente, que solo pierde su nivel en la versión de Hallelujah, de Leonard Cohen, por el ambiente excesivamente lírico que se le ha dado.

Arreglos de lujo, pues, para una voz inconmensurable, desplegada en un repertorio que se inició a capella con una canción gallega y casi se cerró de la misma forma, abordando Limosna de amores, la zambra que popularizó Lola Flores. Entre esas dos canciones, y además de los ya mencionados, títulos como Tonada de luna llena; Mechita; Loca; Estranha forma de vida; Ai, ai, ai; Corrandes d’exil; Carabelas nada; Mañana; Vestida de nit; Asa Branca y Estrella. Composiciones propias y ajenas, colores musicales de aquí y de allá para una intérprete como pocas. Si convenimos en que el hábito no hace al monje, Silvia Pérez Cruz puede vestir de noche o de día; con cualquier atuendo su garganta brilla y arrebata.