El último libro del historiador, economista y diplomático Ángel Viñas (Madrid, 1941) tiene trazas de novela negra. Hay un muerto -el general Amado Balmes, fallecido en extrañas circunstancias en Las Palmas de Gran Canaria el 16 de julio de 1936-, un relato oficial plagado de agujeros -el régimen de Franco contó que el militar se disparó fortuitamente su pistola mientras la desatascaba- y un móvil jamás investigado: Balmes era fiel a la República y podía ser un obstáculo en los planes sediciosos del futuro dictador.

Ante estos mimbres, cualquier novelista habría salivado imaginando la trama de ficción que podría trenzar, pero Ángel Viñas se autodefine como "un historiador de los de prueba, papel y documento" y no ha sido hasta la publicación en el 2015 de la autopsia de Balmes cuando se ha decidido a hurgar a fondo en una de las páginas más oscuras de los prolegómenos de la guerra civil para llegar a una conclusión que retrata a Franco. "Era un tipo frío, calculador y amoral, capaz de cargarse a un compañero de armas porque le estorbaba. No tengo dudas de que fue él quien ordenó la muerte de Balmes", asegura.

El título de la investigación que le ha llevado a hacer esta afirmación es un 'spoiler' en toda regla: 'El primer asesinato de Franco' (Crítica). Asistido por el médico patólogo Miguel Ull y el piloto de aviación Cecilio Yusta, Viñas desmonta en el libro todas las piezas que no casaban en la versión oficial del fallecimiento del general y reconstruye el puzle con las pruebas a las que ha tenido acceso: fotos, testimonios, documentos y exámenes periciales.

LA AUTOPSIA, "ESE PAPELITO"

La prueba del nueve de la tesis de Viñas, que venía dándole vueltas a este opaco pasaje desde que investigó los preparativos de la sublevación en su obra del 2011 'La conspiración del general Franco', es la autopsia de Balmes, a la que el historiador se refiere como "ese papelito" por los fallos que contiene. "Más que una autopsia, es la transcripción que le dictaron al secretario del juzgado los forenses que llevaron a cabo la operación, pero sus firmas no aparecen. Utiliza términos no profesionales y contradice la versión oficial del disparo. Este se hizo desde el costado, no desde el abdomen, como se ha contado todos estos años", explica el médico Miguel Ull. "Por otro lado, a ningún experto en armas se le ocurriría desatascar una pistola apuntándola hacia su barriga", añade Viñas.

El hilo de la madeja del que tiró el historiador para llegar al 'caso Balmes' fue el complot británico del golpe. Viñas siempre pensó que había gato encerrado en el vuelo de Londres a Las Palmas que hizo el 'Dragon Rapide', el avión que habría de llevar a Franco a Marruecos para poner en marcha la sublevación. Lo lógico es que hubiera aterrizado en Tenerife, que es donde él se encontraba. "Se dijo que las condiciones meteorológicas lo impedían, pero en julio de 1936 no hubo ni un solo día de niebla en el aeródromo tinerfeño", subraya el piloto jubilado Cecilio Yusta.

FUNERAL COMO COARTADA

"Franco necesitaba el 'Dragon Rapide' en Las Palmas, y no en Tenerife, porque sabía que el día señalado para el alzamiento iba a estar en el funeral de Balmes", destaca Viñas, quien añade un factor personal a la taimada hoja de ruta pensada por Franco. "El sepelio le daba la coartada perfecta para viajar con su mujer y su hija a Las Palmas y subirlas a un barco de la Wehrmacht alemana para ponerlas a salvo de la inminente guerra".

Como ocurre en toda investigación policial, el móvil es la pieza que da coherencia a todo el puzle. Franco y Balmes mantuvieron una reunión secreta a principios de julio a la que solo asistieron sus secretarios personales. Según le contaría el asistente de Balmes a su sobrino nieto, a quien Viñas ha entrevistado, el gobernador militar de Las Palmas salió de aquel encuentro con el rostro desencajado.

"Franco sabía que Balmes no se iba a unir al golpe, así que le valía más muerto que vivo", concluye el historiador. Meses más tarde, al futuro dictador le traicionaría el subconsciente. En una reunión celebrada en Burgos en agosto con varios cabecillas de la sublevación, Franco dejó caer que Balmes "había sido asesinado". El secretario del general Emilio Mola así lo reflejó en un libro que desapareció del mapa a las dos semanas de su publicación.

¿Y EL ASESINO?

Falta el asesino. Viñas no se atreve a dar un nombre, pero le parece llamativo que, a la vuelta de un viaje anterior a Las Palmas, Franco le dijera a su primo y ayudante Francisco Franco Salgado Araújo, tal y como este consignó en sus escritos, que había conocido a un comandante "muy echado para adelante, dispuesto a cargarse a un superior si es necesario". "En vez de denunciarlo, Franco celebraba su arrojo", destaca Viñas asombrado.

En anteriores ensayos, el historiador ha sacado a la luz actuaciones de Franco nunca aclaradas hasta ahora, como el origen de su enriquecimiento personal, que explicó en 'La otra cara del caudillo'. En su opinión, el asesinato de Balmes prueba la perversión del dictador: "Convirtió a Balmes en un mártir del alzamiento porque sabía que, si trascendía la verdad, su imagen como líder se vería dañada. Había ordenado la muerte de un compañero en tiempos de paz, algo que no le habrían perdonado", concluye Viñas.