Aunque a bordo de las películas que rodó durante buena parte de su carrera como actor se dedicaba a aniquilar seres vivos y destruir el entorno, fuera de la pantalla se esfuerza por promover la protección del planeta y la buena salud de su flora y su fauna. Lo demostró durante sus años como gobernador de California y vuelve a hacerlo ahora al frente de Las maravillas del mar, el documental que ha producido junto al explorador marino Jean-Michel Cousteau -hijo del célebre Jacques Cousteau- y en el que también participa en calidad de narrador. El filme se estrena hoy.

-¿Cuándo empezó a usted a implicarse en la causa medioambiental?

-Yo nací en Austria, que es un país extremadamente ecologista, así que la protección del medio ambiente es un asunto que siempre me ha interesado. Pero empecé a adoptar una postura más activa al entrar en política. Cuando me convertí en gobernador de California descubrí los efectos nefastos que tiene el uso de combustibles fósiles, y que la polución mata a siete millones de personas al año o, en otras palabras, casi 20.000 personas al día; ni las guerras ni los accidentes de tráfico causan tantas muertes. Quienes contaminan el planeta no solo son unos cerdos, también unos asesinos. Y gracias a nuestras iniciativas California cambió por completo: redujimos los gases invernadero, logramos promover el uso de vehículos con combustibles alternativos y hacer que su población caminara en una dirección más verde.

-¿Cree que el cine puede resultar más útil que la política a la hora de promover actitudes más ecologistas?

-No necesariamente, pero es una herramienta más y debemos usarlas todas. Nuestra intención con Las maravillas del mar es hacer que la gente se enamore del océano y de la fauna y la flora marinas, porque uno protege lo que ama. Y estoy seguro de que lo lograremos. Siempre consigo lo que me propongo. Cuando yo empecé en el culturismo hace 50 años se decía que hacer pesas era malo para la salud, que provocaba ataques al corazón; hoy todo el mundo quiere tener grandes músculos, y cada hotel tiene su propio gimnasio. Y cuando llegué a Hollywood me dijeron que nunca lograría papeles protagonistas. «Eres demasiado grande, y con ese acento solo conseguirás papeles de nazi», me decían. Pero les callé la boca.

-¿Por qué decidió abandonar Austria en su día para hacer carrera en Estados Unidos?

-Sobre todo porque desde el final de la segunda guerra mundial la atmósfera en mi país era terrible, y lo odiaba. Todo el mundo estaba deprimido, todos bebían. Así que, cuando vi un documental sobre Estados Unidos, inmediatamente supe que tarde o temprano viviría allí.

-¿Supo desde el principio que quería ser actor?

-No. Lo único que sabía desde niño es que quería ser el mejor culturista del mundo. También sabía que quería ser rico y famoso. Pero llegó un momento en el que subir al escenario y hacer posturitas marcando músculo ya no significaba nada para mí, así que decidí ser actor. Y, tras ser actor durante un tiempo, comprendí que gracias a mi fama tenía poder para promover causas sociales, humanitarias, y por eso entré en política. Cuando supe que ya no tenía que preocuparme nunca más por el dinero mis prioridades cambiaron: dejé de pensar en qué podía recibir del mundo para pensar en qué podía dar yo al mundo con el fin de hacerlo un lugar mejor.

-La crítica especializada coincide en que usted ha ofrecido algunos de sus mejores trabajos interpretativos en los últimos años, tras volver al cine después de dejar la política. ¿A qué atribuye ese hecho?

-Ahora me ofrecen papeles que en el pasado jamás se me habrían propuesto. Hace 30 años, si yo hubiera querido hacer un drama familiar, los productores se habrían reído de mí. Me habrían dicho: «Arnold, contigo hacemos dinero cuando matas a gente y das tortazos, y cuando usas ametralladoras gigantescas y provocas explosiones». Además, cuando envejeces te haces más sabio, y no entierras tus emociones como lo hacías a los 25 años. Y, por último, cuando eres gobernador vas a lugares donde ha habido un terremoto, y ves cadáveres reales. Y hablas con familiares de víctimas de tiroteos, y conoces a niños que nunca volverán a ver a sus padres. Todo eso te cambia.