La historia ya ha dado una imagen general de las cosas que pasaron en España en los años 30 o en la ocupación francesa en los 40. Aquí, tras décadas de silencio, el poder ya tenía asimilado el lamento genérico por la caída de la República y por la dictadura, en tanto se esperaba que ya no hablaran las víctimas individuales, cuyo dolor concreto se pretendía relegar al ámbito de lo privado.

Pero no ha dado tiempo a que se murieran todos los testigos y ahora (como un fenómeno nuevo y catártico) sus voces se sobreponen, en la vida y en la literatura, al relato de la historia y escandalizan a los que tienen el poder.

Es el caso de la escritora francesa Lydie Salvayre, hija de unos exiliados de guerra españoles, quien esta semana ha presentado su novela La compañía de los espectros en Ambito Cultural de El Corte Inglés en una charla debate sobre Literatura y Memoria , junto a los escritores Juan Bolea y Ramón Acín. Lydie Salvaire pasó su infancia en un pueblo cercano a Toulouse: "Yo no quería saber de la historia de mis padres en España, quería ser una niña como las otras", confesó ayer, enquistada, dijo, "en la pasión de la ignorancia" y de "la tentación de la normalidad, de ser como los demás sin resaltar mi singularidad", hasta que decidió cambiar de signo.

Su novela trata de dos mujeres, madre e hija, recluidas en un pequeño piso de un suburbio parisiense. Un día de abril de 1997 se presenta en su casa un inspector judicial encargado de inventariar los bienes de las dos mujeres, que han sido embargados. Esta visita desata el terror. La madre reconoce imaginariamente en ese intruso a un soldado de Petain durante la ocupación, como si el tiempo se hubiera detenido en 1943, cuando mataron a un hermano suyo resistente, como a un perro.

Esa mujer no quiere ni puede olvidar la miserable actuación de tantos compatriotas suyos durante la época negra de la colaboracióny arrastrada a un mundo de alucinaciones y espectros del pasado, ha convertido a su hija en un ser abúlico e indiferente a casi todo.

Y al llegar a su casa el agente, comienza su sarta de improperios y de estallidos de ira contra los espectros que pueblan aquella casa. Ante el impasible funcionario, las dos mujeres dan rienda suelta a furiosos soliloquios que trazan el relato de su memoria, sus miedos y su sufrimiento.

Licenciada en Lenguas Modernas y en Medicina, Lydie Salvaire, la autora, trabajó durante años como psiquiatra cerca de Marsella. En 1983 se trasladó a París, donde trabaja como psiquiatra infantil en centros del extrarradio. Es autora de seis novelas.

El encuentro en París con un viejo resistente que le enseñó su numero de prisionero en un campo de concentración tatuado en el brazo y le habló del juego de palabras corriente en los años 40 entre Petain y putain (prostituta) le dio pie para entrar en la novela: "Yo que había vivido ajena, quise indagar qué actualidad tiene ese desastre, que virtualidad eficaz tiene aquel horror sobre el hoy", una obra de la memoria.

Y agregó que "se puede seguir pensando como si la historia siguiera su curso tapando, impermeable, el pasado. Como si la bestia inmunda se hubiera muerto"