Sólo una maleta por persona, sólo un bulto por pasajero, excepto los niños, que nada. Y desde la propia pasarela de embarque la gente se deshace de sus escasas pertenencias, arrojándolas al mar. Algunas maletas se deshacen al caer y esparcen sus secretos por el agua, libros, papeles, mudas, algún vestido, las escrituras de sus propiedades los que las tenían, llaves...

Rafael Torres sitúa su novela Los náufragos del Stanbrook (editorial Algaida, último Premio Teneo de Sevilla) el 28 de marzo de 1939 en el puerto de Alicante, tratando de embarcar por millares los perdedores de la guerra en ese carbonero británico: "Eran la flor y nata de la República. Se sabía que se iba a perder la guerra desde hacía mucho tiempo, pero ellos se quedaron hasta el final, los médicos curando y los alcaldes en su pueblo".

Rafael Torres ha localizado y entrevistado a muchos supervivientes de aquel episodio que refleja la extrañeza extrema del hombre ante su propio mundo y que el escritor revive "no desde la rabia, sino desde la emoción, que es como sólo se puede entender aquellos momentos, aquellos días."

Y junto a personajes reales como el verdugo de Madrid, Casimiro Municio, que no mató a nadie durante toda la guerra, desde el año 30 abolicionista convencido ("un crimen es siempre un crimen", decía), o Andrew Dickson, el capitán del barco, desafiante en zig zag de los cruceros Canarias y Cervera , aparecen otros ficticios como Adela Ruano (Ese cadáver antiguo, doblado sobre sí, amasijo de trapos y cabellos... rescatada de la novela Ese cadáver con la que abría esta serie) o el doctor Reinosa, que, por decencia, se niega a cobrar el décimo de la lotería con el Gordo.

"A éstos los he utilizado como arquetipos, para no violentar a los personajes reales y hacerles decir o hacer lo que no hicieron", y el autor destaca a aquellos republicanos españoles, epígonos de la tradición liberal edl XIX que "fueron los aristócratas de la causa del pueblo".

Son innumerables las historias que traen cosidas a sus vidas aquellos hombres, mujeres y niños al muelle de Alicante: las tres mujeres que caen en el cebo de la camioneta para pasar a zona roja y que terminan atendidas en Torrero por el capuchino Gumersindo de Estella ante el pelotón de fusilamiento; el amor apasionado del doctor y la actriz; el brigadista que se quedó en España cuando se marcharon las Brigadas Internacionales...

Los náufragos del Stanbrook llega a Orán donde no les quieren. "Era el naufragio de la República, el naufragio de España. Y una parábola de cómo todo el mundo desprecia a los perdedores. Cómo casi no perdonamos al que ha enfermado, al que ha envejecido". Rafael Torres planta "en medio de una Europa envilecida, caída de hinojos ante los fascismos", al capitan de ese carbonero británico que es el único que se apiada de los vencidos. Sólo pide que no suba al barco más de un bulto por persona, excepto los niños, que nada.