Como suele suceder, el reclamo de la retirada incentivó la ansiedad por ver a La Raíz antes de que fuera demasiado tarde, y el grupo valenciano llenó dos noches, este fin de semana, el Sant Jordi Club, a más de 4.000 personas por sesión, fundiendo su vigor natural con un poco de melancolía. Últimas citas de la gira ‘Nos volveremos a ver’, en las que los autores de ‘Entre poetas y presos’, con 12 años de trayectoria a cuestas, se despidieron a toda vela y toda consigna de su público catalán.

Su fórmula de choque, guitarras punk y ritmos jamaicanos, que tantas alegrías les ha dado en los últimos tiempos (porque La Raíz lo deja en lo más alto), se llevó pronto, el viernes, la sala por delante a lomos ‘La voz del pueblo’ y ‘Muérdeles’: estribillos que invitaban a una difusa acción directa, como “ya no hay pasos atrás, solo queda luchar, ¡por tus libertades!”. Público muy joven, pero no solo, ya calentado por el pase previo del trío rapero femenino (y transfeminista) Tríbade. Camisetas del rapero prohibido Valtonyc y el saludo del grupo “desde Valencia, la tierra de la opulencia y de la apariencia”.

HIMNOS CONTRA EL PODER

El cuerpo central lo pusieron canciones manifiestamente agitadoras, con las voces en rotación de Pablo, Julio y Sen-K, y una habilidad para el golpe de efecto y el himno listo para compartir (y gritar). Canciones que esbozan retratos caricaturescos del poder (‘Jilgueros’ retrata el cinismo del “cacique, putero y amable”, casposo y “con gomina”) y apelan a la lucha y el dolor colectivos, como ‘Obediencia ciega’. Banda con metales y reforzada excepcionalmente con una pareja de coristas.

Con todo, el imaginario de La Raíz es más abierto que el de otros grupos de la misma cuerda y se abre al giro latino a tono con el retrato ácido del colonialismo (‘Una selva asesina’, clamando, a propósito del 12-O, “por la libertad y dignidad de los indígenas”) y al receso interiorista, como ese pasaje de guitarra flamenca en ‘Suya mi guerra’, canción que evoca a los brigadistas de la Guerra Civil y menciona a Lorca, Alberti y Capa. Para buena parte del público serían referentes históricos solo un poquito más antiguos que ‘L’Empordà’, de Sopa de Cabra, que se coló por sorpresa en el repertorio. “La banda sonora que nos acercó a esta tierra cuando éramos pequeños”.

En la traca final, la sátira de la España moderna de ‘Zarzuela y castañuela’ y las rimas antimonárquicas de ‘Rueda la corona’, mientras el suelo se iba abriendo (metafóricamente) a los pies de La Raíz. El fin ya está cerca, y el grupo hizo saber que será “la vida, el corazón” lo que decida sus futuros pasos, “no el público ni la industria musical”.