Tiene formación clásica (estudió dirección de Coros y Orquesta) y una importante carrera como productor musical (ganó un Grammy latino al mejor álbum flamenco en 2012 por Conciertos en directo 2010, de Paco de Lucía, y ha estado nominado otras seis veces), sin embargo al zaragozano Ralph Killhertz (Raúl Quílez en la versión clásica) siempre le llamó la atención la parte «tecnológica y de ingeniería musical» de la también se diplomó en París. Hace unos seis años dio «un golpe de timón y en lugar de trabajar para los demás decidí dedicarme a lo que más me gusta».

Fruto de esa investigación, con el piano como protagonista, acaba de publicar un disco, Resonant piano experience, que puede adquirirse en plataformas digitales, y en formato físico en su página web www.ralphkillertz.com y la en la del sello que lo edita, Lo otro; y espera presentarlo próximamente en Zaragoza.

PIANO BIÓNICO / El instrumento elegido es un «piano resonante, un piano intervenido en el que llevo ya trabajando unos años y estudiando sus posibilidades», explica el músico aragonés. Tiene una «serie de captadores de sonido que le hemos puesto, pero no de microfonía, sino de captadores de vibración, que están tanto en la tapa armónica como en las cuerdas». Así se capta, después esa señal «se lleva al ordenador» y ahí comienza el trabajo de generar algoritmos para luego «deconstruir el sonido de manera muy determinada y se vuelve a inyectar al piano mediante unos vibradores», explica. Y añade: «No hay una amplificación en el sentido al que estamos acostumbrados de altavoces si no que el propio instrumento es el que devuelve el sonido, con sus propias características».

Todo lo que se oye en el disco es piano, «aunque no lo parezca». Las composiciones vienen dadas por lo que Ralph Killhertz denomina «música de moldes». La materia prima son «piezas o improvisaciones que he hecho y cosas escritas muy sencillitas, que están deconstruidas», lo que hace que el sonido no se identifique como el del piano. Y es que este artista sonoro zaragozano busca el «desetiquetado de las cosas, porque estamos muy acostumbrados a etiquetar todo, lo que nos permite ahorrar mucha memoria a lo largo del día, pero podemos pasarnos etiquetando en exceso y, por tanto, no ser consicentes de lo que nos rodea».

Pero pese a ese desetiquetado al «cerebro, ese sonido le resulta familiar». Y es eso lo que convierte en un molde, «una especie de escultura sonora», en la que Killhertz escribe encima y surge una nueva melodía con nuevos ritmos». Esa forma de componer es, según el compositor, una «puerta abierta al infinito».

El segundo paso es el concierto en directo, que es donde se produce «una vivencia auditiva tridimensional» ya que el público lleva auriculares. El sonido está espacializado en 3D, «en este caso en 8D, a través de un sistema binaural» que forma parte del objetivo de las obras, que pretende «ser más una experiencia sonora que un concierto». Es un directo inmersivo, evolución natural del trabajo discográfico.

Resonant piano experience ya se ha presentado en Madrid y en varias ciudades europeas -en Zaragoza espera hacerlo en enero o febrero- y la experiencia, además de innovadora, ya que «enraiza con el mundo del arte sonora y la música contemporánea», es muy positiva. El principal objetivo de Killhertz es que «las personas que lo escuchan tengan un contacto directo con su propia manera de percibir y escuchar». Después de cada concierto hay una puesta en común sobre lo que «ha visto cada uno, porque en el fondo es un sinónimo muy visual ya que sugiere muchas cosas» dependiendo del interior de cada uno.

En este sentido, reconoce que el peor gremio con el que se ha encontrado es «el de los músicos» y el mejor, «el de la gente no iniciada» o «los actores, que como están acostumbrados a hacer un trabajo de instrospección sobre las emociones, les encanta; y eso que es una propuesta donde no siempre se pasa bien ya que hay muchos momentos de angustaia debido al equipaje emocional de cada uno».