La primera referencia de los Raluy con el circo viene de un tatarabuelo en Fonz que había tenido un oso y lo paseaba por los mercados de los pueblos circundantes, en el Somontano de Barbastro. Antonio Raluy, que era pastor y se escondía para asustar a los buitres, se ganaba un sobresueldo con aquel oso que un día atrapó en el Pirineo.

Hasta el próximo 23 de febrero, el Circo Raluy ha instalado su aldea de carromatos de época rodeando la carpa en el cruce futurista del camino de las Torres con Cesáreo Alierta, frente al Boston. En el segundo piso del viejo bus londinense que hace de rascacielos en ese poblado de artistas, Luis Raluy (codirector y payaso) explicó a este diario cómo su padre, nacido en 1911, recogió desde niño al vuelo, en San Adrián de Besós, el espíritu de aquel antepasado y se hizo saltimbanqui.

"Mi padre empezó trabajando al aire libre. Hacía anillas, barra fija y acrobacias como el trapecio volante, hasta que hacia el año 1930 entró a formar parte de los Keystone, una compañía muy famosa que recorrió todos los países del Norte de Europa".

LA GUERRA CIVIL

Se llamaba también Luis, y al enterarse de la Guerra Civil abandonó la troupe y dijo que se venía a luchar a España. Su hijo sólo sabe que al terminar la contienda aquel atleta aún tuvo que pasar un año en un campo de concentración al norte de Valencia del que logró rescatarle "una hermana que removió cielo y tierra (al cura y a la Guardia Civil) para sacarle".

Y lo sacó desnutrido, como un esqueleto, y volvió otra vez al circo, "que era lo único que sabía hacer", ahora ya casado con una vecina suya de San Adrián, (la mujer que le acompañó en todas las giras y que ahora, viuda y con 84 años, sigue la vida nómada con el circo junto a sus hijos).

En los años 50 los circenses eran espectáculos al tanto por ciento. Se juntaban unos artistas y alquilaban el circo, le daban el 10% limpio al dueño y con el 90% hacían propaganda, viajaban, y se autopagaban según fueran los beneficios.

En esa época dura fue cuando Luis Raluy padre realizó sus mejores números: "El inventó el doble cañón humano y el triple salto mortal en automóvil. Debutó con ese número en el Circo de Invierno de París". Después estuvo seis años en Inglaterra, ya con los cuatro hijos. Y en 1960 "organizó una compañía a medias con un circo brasileño que iba a la deriva".

Los integrantes de esa troupe (los seis Raluy, cuatro brasileños y artistas húngaros, alemanes y de otros países europeos vivieron la convulsa independencia del Congo belga, con el asesinato de Lumumba. Lograron llegar a Madagascar, que era una colonia francesa, y los Raluy, que hablaban francés perfectamente, lo arreglaron todo para seguir de gira.

Compraron otra carpa, porque la que tenían se les quemó y aquel fue un periplo de dos años y medio en el que recorrieron Madagascar, Isla de la Reunión, Tanganika, Uganda, Kenia, Mauricio, Sri Lanka y Singapur. Los hijos ya trabajaban de lleno en el circo, formados en la escuela del padre. Luis hacía barra fija y de payaso.

"Acabamos haciendo varias ciudades de China. En Hong Kong nos cogió un tifón que destrozó toda la carpa y se llegó al punto del sálvese quien pueda. Los artistas húngaros cruzaron China y Rusia hasta llegar a Hungría por tierra. Los brasileños se fueron por su cuenta y los Raluy llegaron a Singapur donde estuvieron un mes esperando que llegara un barco para poder llegar hasta Marsella y de ahí a Barcelona, donde volvieron a empezar desde cero con una caravana.

"Era nuestra casa fija: un autobús viejo con los asientos quitados y tal, con literas, sala de estar, cocina, todo... que al principio se instalaba donde hubiera algún familiar que tuviera un terreno...". Hubo momentos en que nombre de familiar se usaba para presentar a otro circo, el de Moscú, el de Alabama, el Ringland o el de París. Fue en el abril de 1974 de la revolución de los claveles cuando el circo adoptó en Portugal su nombre definitivo: "Incluso colaboramos con aquel golpe pacífico e hicimos funciones para las tropas victoriosas. Entonces empezó a ser el Circo Raluy".

El padre falleció en 1984 en Aldea, un pueblo del delta del Ebro donde tienen una finca familiar, mientras sus hijos estaban de gira: "Estábamos en la Isla de Reunión, en el Indico, que es donde vamos a ir ahora, después de Zaragoza", explica Luis Raluy. Pondrán en marcha los carromatos de todo el mundo que tienen como complemento al espectáculo circense y en las que viven las más de 60 personas del circo: las fueron comprando en giras por las dos alemanias, por Hungría, de viejos circos, junto a los camiones.

Llevan un sello de marca: "Lo que parece diferente, en realidad no lo es. Es un circo que ha mantenido la tradición, donde el artista trabaja bajo su nombre y no forma parte de un montaje global donde se diluye". Y concluye: "Este es el circo de los saltimbanquis, de la gente que antiguamente trabajaba por la calle con malabares o con la cuerda floja". Los hijos y nietos viajan ya con ellos.