Entre anuncio y anuncio en la radio y la tele ruandesa de 1994 sonaban cuñas como esta: “Todas las cucarachas deben morir”. “Eran llamamientos al asesinato de los tutsis. Los hutus decían a la población que los tutsis no eran seres humanos. Un genocidio es algo ideológico. Hace falta preparar las mentes para el acto asesino. En Europa esa preparación mental duró siglos antes del exterminio de los judíos. En Ruanda duró 40 años convencer a la gente de una mentira, hasta que se creyó que parte de la población no merecía vivir porque no era digna de ser humana”. Esa realidad es uno de los recuerdos de infancia, teñidos por la guerra y la matanza africana, que nutren ‘Pequeño país’ (Salamandra / Empúries), primera novela de Gaël Faye (Buyumbura, 1982), premio Goncourt des Lycéens 2016 y fenómeno literario en Francia (700.000 ejemplares vendidos).

Un millón de muertos en tres meses

Rapero y escritor de padre francés y madre ruandesa exiliada en Burundi, donde él nació, Faye continúa: “En Ruanda mataron a un millón de personas en tres meses. Y para ello tuvieron que movilizar a dos millones de asesinos que mataban, violaban y robaban. Pero allí no había dos millones de psicópatas ni de asesinos en serie. Era gente que se encontró en un engranaje de terror, que mató por miedo, por la presión del grupo, de la sociedad, que seguía el mensaje de odio de los ideólogos y políticos”.

La mayor parte de su familia de Ruanda murió en el genocidio. Mientras, Faye crecía en un barrio burgués de Buyumbura, la capital de Burundi, el país vecino, donde tuvo “una infancia feliz que se truncó de manera brutal” por una guerra que sufrió dos años antes de ser repatriado con 14 a Francia. “Con 13 empecé a escribir poesía. Eso fue mi refugio, me permitió expresar mi terror y el miedo a morir y huir del tremendo ruido de la guerra en una ciudad arrasada a sangre y fuego, con violencia en todas partes”.

Y esa poesía mutó de adolescente hacia canciones de rap y obras de teatro y derivó en lecturas en una biblioteca parisina. Y, tras un trabajo en un fondo de inversión de Londres, se volcó en la música con su primer disco autobiográfico, ‘Pili Pili sur un croissant au beurre’ (2013), que contenía la canción ‘Pequeño país’. Pero para Faye -que el 10 de febrero recibió un prestigioso premio Victoria de la Música francesa como músico revelación-, ese formato no era suficiente para expresar los “sentimientos y sensaciones del miedo, el compañerismo, la maravilla de sentir la naturaleza y la luz, la curiosidad de la infancia ante el mundo” y se atrevió con la novela, que le daba la “libertad de inventar lo que había olvidado”.

Pesadillas durante años

“Mientras los niños seguíamos yendo al colegio la gente se mataba por las calles. Yendo a comprar el pan veíamos ejecuciones y linchamientos. La guerra no son solo bombardeos. Es también esa impunidad cotidiana, una violencia que hace tanto daño como la guerra total porque uno se acaba habituando a lo inhumano”. El trauma, confiesa, le persiguió en forma de pesadillas durante años. “Para mi madre era un tema tabú. Con mis amigos franceses no podía hablar de eso, para ellos Burundi era Marte”.

Faye, que ahora vive entre Ruanda y Francia (Burundi está de nuevo en guerra desde el 2015), carga contra la ceguera de Occidente ante las matanzas de 1994. “Fue un escándalo. Naciones Unidas estaba allí. Había informes de riesgo de genocidio. De venta de armas y machetes, de escuadrones de la muerte y listas de personas que debían ser asesinada. La prensa internacional mostró al mundo cómo asesinaban a mujeres, niños y ancianos. Y los occidentales retiraron las tropas, se largaron y dijeron que se arreglen solitos. La cobardía y la mala conciencia de las instituciones internacionales permanecerá en la memoria”.

En el 2015, mientras escribía, se produjeron los atentados contra ‘Charlie Hebdo’ y la sala Bataclán. “Me inspiró cambios en la novela. Siempre somos o verdugos o víctimas. Mis amigos, de repente, se convirtieron en enemigos de alguien. ¿qué actitud hay que adoptar? ¿Atacar o hacer un esfuerzo de pedagogía y paz para intentar crear un diálogo, para sentir empatía y colocarse en la piel del otro? Eso exige mucho más esfuerzo. Es más sencillo hacer la guerra que la paz", lamenta.

El ejemplo a seguir está en la propia Ruanda. “Ha hecho un trabajo inmenso de justicia y reconciliación. Es un país más pequeño que Bélgica donde los antiguos verdugos y las víctimas deben convivir. Fue un genocidio entre vecinos y amigos. Te mataba tu profesor, el cura que te bautizó... A los supervivientes se les pide mucho: perdonar y vivir a pesar del dolor. Pero se han eliminado las divisiones étnicas. Ya no puedes difinirte como hutu o tutsi y la juventud quiere vivir en una sociedad post-étnica. Es un laboratorio de lo que podría se la humanidad en su belleza”.

El rapero y escritor Gaël Faye, en Barcelona / ELISENDA PONS