"Tenía rubios los cabellos, vivos los ojos, un tanto aceitunada la pupila. (...)". De esta forma definía San Lucas a María, un icono durante siglos para los cristianos, que cuenta con incontables reproducciones repartidas por todo el mundo. Algunas de las más destacadas del territorio aragonés se recogen en la exposición Speculum. María, espejo de la fe que se exhibe en el Museo Diocesano y que está compuesta por casi seis decenas de piezas.

Una muestra que recibe al visitante nada más acceder por los peldaños del museo a través de la escalera neoclásica con un lienzo muy singular de grandes dimensiones pintado por Merklein en el siglo XVIII en el que se representa a la familia de Nazaret al completo.

Tras esta bienvenida, presidida por un Nacimiento, se sitúa la primera sala de la exposición. Bajo el título La historia de María, alberga un grupo de cuadros datados en el siglo XVI y realizados por artistas aragoneses en los que se muestran a la Virgen con el niño Jesús. Es en este apartado donde aparecen además algunas piezas del retablo de Daroca y también una pintura en la que se muestra las distintas etapas de María.

Avanzando en la visita se llega al territorio románico, donde un conjunto de figuras de la Virgen caracterizadas por tener una talla propia del siglo XII y XIII esperan al turista con un ambiente oloroso que evoca a un campo de lirios, símbolo de la pureza. En esta sala se halla Nuestra Señora del Salz, a cuyos pies se sitúa un jardín de flores frescas o Nuestra Señora de la Consolación, una pieza de madera policromada, cuyo origen data de principios del siglo XIII y que habitualmente se localiza en el monasterio de Santa Catalina. En esta obra, María y el niño, que aparecen sentados en un trono, se aúpan sobre la bandera de Aragón.

ESTILO GÓTICO La siguiente estancia está dedicada al estilo gótico, donde se encuentran figuras de la Virgen fechadas entre el siglo XIII y XIV. El alabastro es una constante en las piezas de este sector de la exposición. La Virgen del Coro, atribuida a Francí Gomar y que de forma habitual se localiza en Cariñena; la conocida como Virgen de la leche, una de las piezas más atípicas puesto que la virgen aparece amamantando al niño, algo casi insólito en la época; así como Nuestra Señora del Mar, de estilo francogótico y procedente la iglesia de Santa María, en Encinacorba, son algunos ejemplos de lo que alberga esta sala.

Los siglos avanzan. María como símbolo ya no es algo inalcanzable para el pueblo llano. Las vírgenes "ya no están solo en las iglesias, se van pasando de casa en casa", proclama el guía. Por ello, el tamaño de las piezas comienza a reducirse en la baja Edad Media. Las imágenes de la Virgen de Cogullada, en roble, dorado y policromado, y la del Portillo, de alabastro policromado, destacan entre este grupo.

El broche final lo protagoniza la Virgen del Pilar, de Félix Burriel, que sirve de despedida a una muestra que sirve para acudir a la historia de la vida de este símbolo.