CHISTES, CURIOSIDADES Y ESTAMPAS ARAGONESAS DE LOS SIGLOS XIX Y XX

AUTORES Varios

EDITORIAL Onagro

Mirar hacia atrás con curiosidad es algo que gusta y más si ese retorno al pasado se hace desde una perspectiva amable. Por ello, el volumen publicado por Onagro, Chistes, curiosidades y estampas aragonesas de los siglos XIX y XX no puede sino despertar las simpatías de los lectores.

Los materiales recogidos ahondan en un pasado lo suficientemente lejano como para resultar pintoresco, pero tan cercano como para no sentirlo como ajeno. La primera parte recupera chistes procedentes de aquellos Cuentos baturros de Teodoro Gascón que en la segunda mitad del XIX tanto contribuyeron a cimentar el estereotipo del aragonés rural bruto pero a la vez noblote, dotado de un humor somarda --que, por cierto, todavía goza hoy de buena salud en algunos formatos--. Lo único que se echa en falta son más ilustraciones de las que el propio Gascón dibujaba para ilustrar sus chistes, que aunque no eran necesarias para su comprensión los enriquecían doblemente.

El libro recoge también algunas crónicas sobre lugares aragoneses, algunas firmadas por Domingo Miral o Gregorio Martínez Sierra, con todo el encanto del engolado periodismo decimonónico. Vienen acompañadas de imágenes coetáneas, algunas de las cuales sorprendentemente guardan mucho parecido con las actuales. También se incluyen otras fotografías antiguas, estas comentadas ya desde la actualidad, como las del Parque Grande o de la zona de Las Palmeras, cerca del Canal Imperial de Aragón a su paso por Zaragoza.

El buen humor que impregna el libro se torna melancólico en su epílogo, escrito por Lorenzo Mediano, que pone un punto de tristeza al evocar esos pueblos de Aragón, demasiados, que desaparecieron a la par que sus exiguos habitantes. Un colofón agridulce para una obra amena y entretenida.