La foto de la portada del nuevo disco del rapero Common, firmada por el ghanés Derrick Boateng es muy elocuente. A Beautiful Revolution Pt. 1 (Universal) es el título de esta obra serena, profunda y comprometida, pero no bronca. Black Thought (The Roots), Robert Glasper, PJ, Lenny Kravitz, Chuck D y Stevie Wonder participan en una propuesta musicalmente excelente (jazz, soul, afrobeat, hip hop...) y textuaLmente potente. Common apela, en general, a lo individual más que a lo colectivo (aunque también da un repaso a las trampas de la democracia en Estados Unidos), porque sabe que sin la asumción de una conciencia personal es difícil crear una postura global. Black Thought se muestra guerrero en Say Peace, la cantante PJ brilla en todo el disco y Kravitz parece Prince en Riot On My Mind. En conjunto, un sólido artefacto afro-funk para las pequeñas revoluciones cotidianas.

Una docena de piezas nuevas y tres versiones (Neil Young, Billy Joel y Jerome Kern) grabó el pianista Brad Melhdau durante su confinamiento en Holanda. Suite: April 2020 (Nonesuch) ha llamado al disco resultante. Aquí suena el desconcierto inicial que le crea la situación, pero también la aceptación y sosiego posteriores. Antes de las versiones interpreta Lullaby, que suena como un himno poco solemne, pero que levanta el ánimo. Y el cierre con las tres piezas ajenas es también excelente.

Maria Rodés mostró con Eclíptica la música de las estrellas, y ahora con Lilith (Satélite K) rinde tributo a la magia de las brujas; es decir, a las mujeres que son perseguidas por su libertad. Maria canta de lujo y su folclore contemporáneo, armado con músicas hermosas y precisas, arrebata. Canta a Alfonsina Storni y a Miguel Hernández, y aborda con alma Recuerdos de Yparacai.

Diferente, como cada entrega, la cuarta temporada de Fargo (en Movistar) se sitúa en la Kansas de 1950. Un reparto estupendo encabezado por Chris Rock y con la joven E’myri Crutchfield destacando, la creación de Noah Hawley es perturbadora e inquietante. Realización y estética singulares y personajes peculiares. Hay quien dice que es la temporada menos fargo de todas. Seguro, pero qué más da.

Una novela breve pero intensa sobre el mutismo global que produce un apagón de luz que deja fuera de servicio toda la tecnología conocida. Eso es El silencio (Seix Barral), de ese diseccionador de complejidades que es Don DeLillo. Preguntas como en Blade Runner, desasosiego como en Pessoa y desconcierto como en Beckett, con una escritura casi de tuit. De Lillo siempre vuelve con genio a los grandes interrogantes.

Fue cantaor y ya no lo es, aunque no pueda desprenderse (nadie puede) del residuo que deja cualquier inmersión. Niño de Elche, en In memoriam. Posesiones de un exflamenco (Hurtado y Ortega editores), con escritura ágil, ajusta cuentas propias y ajenas de su pasado artístico. In memoriam, (en recuerdo de alguien o de algo que fue) es locución adverbial aplicada generalmente a quien ha fallecido. Pero hay que tirar de refranero para completar el título de Niño de Elche: el muerto a hoyo y el vivo al bollo. Al bollo de la búsqueda, de la experimentación, del riesgo. Al bollo del nuevo Niño de Elche, vaya. Descanse en paz el finado mientras disfrutamos con el desparpajo de sus recuerdos.

Entre El club de los mentirosos (1995) e Iluminada (2009) tenía que haber ido la reciente La flor (Periférica), tercer libro de memorias (noveladas) de la norteamericana Mary Karr. Es un texto de apariencia simple, pero atractivo, escrito en primera y segunda persona, sobre los rituales de la adolescencia en los agitados años 60. Con humor en ocasiones y sin cortapisas aborda el deseo, las drogas, los amores tempranos, su tormentosa relación con su madre alcohólica... O sea, el paso, como diría Julio, de chica a mujer. Se lee bien, aunque observemos cierto narcisismo en la narración.