Encontrarse con Fernando García Mercadal es encontrarse con un problema desasosegador y de muchas dimensiones. Es una voluntad de gigante en cuerpo de niño. De este modo, Ernesto Giménez Caballero, director de La Gaceta Literaria, presentó a Fernando García Mercadal (Zaragoza, 1896-Madrid, 1985) en el número de la revista correspondiente al 15 de abril de 1928, que fue un monográfico sobre la arquitectura, con el propósito, se informó, de publicar en España el primer ensayo serio sobre los problemas más urgentes del arte más urgente del mundo actual: la arquitectura, para despertar conciencias retrasadas. Giménez Caballero contó en su empeño con la activa colaboración de Mercadal, uno de los arquitectos españoles de mayor experiencia y reconocimiento internacional, como dejó claro en el artículo que le dedicó. Tras la presentación y una aproximación a su trayectoria, atendió al interés del «apóstol Mercadal» por predicar la nueva arquitectura, «desafiando impopularidades». «Ahora mismo, el arquitecto del Rincón de Goya en Zaragoza, va a armar seguramente un escándalo con su construcción cúbica, racional, pura, en un pueblo tan barroco como el de la Virgen del Pilar». No se equivocó; de hecho, las reacciones contrarias al proyecto de Mercadal se hicieron públicas al poco de presentarlo en 1926.

Sobre Goya y la celebración del primer centenario de su muerte escribió Enrique Lafuente en La Gaceta Literaria (15 abril de 1928): «Un centenario es, no hay necesidad de decirlo, una serie de solemnidades oficiales, académicas y, como tales, frías, engoladas y sin convicción. Es un lugar común insistir en ello. Además, no podría ser otra cosa. Lo interesante, lo eficaz, es que en torno a ellos, o con su motivo, nuestro conocimiento de la figura celebrada se ensanche, se depure, se afine. Concretamente, nuestras impresiones, nuestras ideas sobre Goya, ¿se refrescan, se orean, se intensifican con y por el centenario?».

Aunque la reflexión y el interrogante se referían a los actos organizados en Madrid, sirven también para los de Zaragoza, cuyos responsables vieron en la conmemoración una excusa perfecta para reivindicar el más rancio regionalismo aragonés a través de la visión historicista de Goya. «Se suplica me degeis estar muerto: aber si va ha poder ser. Goya»; petición que Ramón Acín introdujo en su manifiesto en defensa del Rincón de Goya (junio, 1928), cuyo párrafo final decía: «Cuando llegue otro centenario, Maestro, si alguna hoja de estas se salva y se llega a puerto, que vean las gentes de entonces que entre tanto pobre diablo había en Aragón un pobre diablo, más pobre y más diablo que los demás, pero que sabía callar y sabía levantar la voz». Aquel manifiesto lo conocimos en la exposición del legado de Acín, asesinado en las tapias del cementerio de Huesca en 1936, que la Diputación de Huesca presentó en 1988. Acín había recibido el encargo de redactar y diseñar la proclama en defensa del Rincón de Goya que iba a ser firmado por los artistas aragoneses, pero al sentirse insultados en una conferencia de Mercadal, que los tachó de pobres diablos, decidieron no hacerlo. Y Acín se quedó solo, aunque contó con el apoyo de La Gaceta Literaria tras recibir en la redacción el «gran papelón lleno de viñetas henchidas de sátira goyesca contra los ignorantes, los cazurros y los pedantes, Acín hace historia del cubo de aire de Mercadal y las luchas que ha costado realizarlo en la retardataria Zaragoza».

La historia del Rincón de Goya empezó el 23 de diciembre de 1924 durante la conferencia del pintor y paisajista Javier de Winthuysen en el Mercantil de Zaragoza donde propuso el diseño del actual Parque José Antonio Labordeta, tras visitar el Cabezo de Buena Vista. Sugirió además la idea de homenajear a Goya en el primer centenario de su muerte, que se cumpliría en 1928, dedicándole un monumento en una parcela del parque junto al Huerva, que también pasa por Fuendetodos. La propuesta gustó a la Junta de Zaragoza encargada de los actos, que la encargó al joven arquitecto Mercadal quien, lejos de seguir la tradición, realizó el Rincón de Goya (1926-1928), obra pionera de la arquitectura moderna en España. La primera referencia documentada al edificio está fechada el 3 de abril de 1926 cuando Ostalé Tudela, secretario de la Junta, acompañó a Mercadal al lugar elegido para construir el edificio. El 14 de abril los artistas aragoneses se sumaron a la Junta, y exigieron, según anota Acín en su manifiesto, la construcción del Rincón de Goya. El 16 de febrero de 1927, el Ayuntamiento de Zaragoza aprobó el proyecto a pesar de las opiniones en contra y la oposición de Mercadal al diseño de un jardín monumentalizado por un grupo escultórico en el que Goya se representaba con paleta y pincel. El 1 de septiembre llegó la subvención del Estado que, junto a las del ayuntamiento y la Junta, permitió comenzar las obras.

Juego de volúmenes

En un jardín limitado por una doble fila de árboles que impedían ver de lejos el edificio, Mercadal lo concibió como un juego de volúmenes geométricos distribuidos en eje con diferentes alturas y espacios. Desde el cuerpo central, el más alto y planta cuadrada, destinado a sala de recepciones, se accedía, a la derecha, a una sala alargada terminada en ábside con grandes ventanales, cuya puerta de entrada llevaba la inscripción Fuendetodos 1746; y a la izquierda, tras franquear el acceso con la leyenda Burdeos 1828, a otra sala, similar a la anterior pero más reducida, donde se expondrían reproducciones fotográficas de obras de Goya. En la fachada principal destacaba un cuerpo bajo corrido que unificaba los volúmenes mediante un pórtico adintelado. La relación establecida entre los volúmenes y los ventanales centró la atención de la fachada posterior.

El 17 de abril de 1928, se leyó en Heraldo de Aragón: «La pesadumbre y sequedad del edificio desentonará siempre dentro de aquel lindo jardín florido [...] Solo cabe la posibilidad de que el jardín crezca y se ensanche; que los árboles extiendan con los años la pompa magnífica de sus hojas y que entonces oculten en parte el edificio, lo sombreen, rompan sus líneas y dulcifiquen su perspectiva. [...] No hay motivo de disgusto, el monumento es realmente interesante. Ocurre solo que se halla sin desembalar». Muchos años más tarde, Mercadal declaró: «A partir del Rincón de Goya mi arquitectura se hizo completamente impopular. Me era muy difícil conseguir nuevas obras. El dilema que se presentaba era o GATEPAC o trabajo».

En 1930 Ramón Acín y González Bernal presentaron sus obras en el Rincón de Goya, que pronto pasó al olvido. En 1946, tras una profunda transformación, se convirtió en sede de la Escuela de Mandos de la Sección Femenina de la Falange. El obispo de Huesca lo bendijo, con motivo del II Centenario del Nacimiento de Goya.