Llega el año 2000 y la sala retumba al ritmo que marca un bombo golpeado por dos mazas. El ruido se va apagando conforme pasan los años y vuelve a renacer cuando la pantalla que preside el escenario marca el 2004. Moon Ribas mira la partitura que ella misma se ha construido (la cantidad de x marcan la potencia del movimiento que hubo en la Tierra en ese período) y enfila ya la recta final de su performance Percusión sísmica tras la que recibe un sonoro aplauso por las cerca de 70 personas que han acudido a su espectáculo en el auditorio de Etopia.

BOMBO AMBIENTAL

La artista cíborg inauguró ayer el ciclo Enter del edificio con una doble performance y una conferencia en la que explicó su trabajo. Todo se resume en que Moon Ribas tiene implantados sensores en sus pies que vibran dependiendo los movimientos sísmicos de todo el planeta y, ella, transforma esa información que recibe en arte. Ayer, en Percusión sísmica, hizo un repaso a los movimientos en el mar Mediterráneo en el último medio siglo antes de que el auditorio se convirtiera en una auténtica sala de espera.... de terremotos. Como suena.

La propia artista ya advertía a los espectadores que se podían «mover, salir de la sala, cambiarse de sitio... porque esto es una sala de espera y estamos todos juntos esperando terremotos». Es decir, si no había movimientos sísmicos durante los 20 minutos de espectáculo (Waiting for earthquakes) programados, no iban a ver danza. Es la esencia del show.

Moon Ribas se sitúa en el centro de un círculo blanco con las luces apagadas y una música sonando mientras la pantalla da constancia del lugar en el que se encuentra (Zaragoza, obviamente) y de la hora que es.

La artista cíborg, toda de blanco y descalza, espera quieta en el centro con la vista en el suelo a que su cuerpo vibre. No tarda mucho en empezar a moverse al ritmo que le marca la Tierra con los brazos como eje fundamental pero, de repente, se detiene. Vuelve a su posición inicial. Empiezan a pasar los minutos, hasta cinco, pero cuando alguno ya empezaba a impacientarse, el planeta («siempre hay movimiento», había insistido la propia Moon Ribas minutos antes) empieza a rugir y la artista catalana a moverse. Aun así, no parece haber una actividad muy fuerte a lo largo de la Tierra durante esta tarde pero sí la suficiente para que la coreografía coja algo de acción. Y, de nuevo, otra vez se detiene el tiempo justo en el tramo final de los veinte minutos de performance programados. La música se detiene y el público aplaude mientras la artista saluda y se despide. «Estos sensores me permiten cambiar mi forma de estar en el mundo, de relacionarme con la Tierra», había explicado minutos antes Moon Ribas durante su conferencia.