América Latina ha abierto con alma sus venas musicales en el escenario de Sallent de Gállego del festival Pirineos Sur, en una semana especial titulada Amanecer Latino y que ha pretendido mostrar la vitalidad sonora contemporánea del Caribe y de sur del continente. Este programa especial concluyó ayer por la noche con las actuaciones en el Auditorio Natural de Lanuza de Ile y del exCalle 13 Residente, pero la crónica de esa velada podrán leerla mañana.

El músico ecuatoriano Mateo Kingman abrió brecha el domingo con una música que es toda una invitación a la expansión de la conciencia. Mateo es puro compromiso con la naturaleza, consigo mismo y con los demás, y eso lo expresa a través de una propuesta musical que maneja como un chamán que dirige una ceremonia de curación. Musicalmente despliega la energía del rock, la elocuencia del hip hop, la belleza de los ritmos de su región de origen, la agitación de la fanfarria y el chispazo de la búsqueda electrónica. Orgánico y sintético a un tiempo, Kingman resolvió con solvencia su puesta en escena, a medio camino entre la experimentación y la comunicación directa, con canciones como Agua santa, Sendero del Norte, Lluvia, Mi pana, Fuerza de pantera, Respira...

El martes fue el turno de Orkesta Mendoza, esa formación singular que dirige Sergio Mendoza, nacido en Nogales, México, y criado en otro Nogales (el situado en Estados Unidos), miembro del grupo Calexico , y tan defensor de la convivencia de culturas como detractor de cualquier tipo de frontera. Así las cosas, la Mendoza es tanto una formación de rock con resonancias latinas, como un grupo latino con acentos roqueros. O sea, en su oferta se enredan la cumbia, el bolero, el mambo, el bolero, las inspiraciones andinas, la música mariachi y norteña, los devaneos electro, las guitarras psicodélicas , los sones jarochos... Todo, con un sonido como tratado por Phil Spector, y cantado por ese gozoso veterano llamado Salvador Durán.

Piezas como Cumbia voladora, Traicionera, La cucharita y una lograda versión de la rumba Caramelos, de Los Amaya, mezcla de bugalú y sonido californiano sesentero sabor años 60, entre otras cosas, dieron forma a un repertorio que comenzó a sonar en todo su esplendor mediado el concierto. Sé que esta es una opinión poco compartida por quienes asistieron al concierto, pero diríase que antes de ese mencionado momento Orkesta Mendoza se mostró limpia y solvente pero comedida en exceso; o, si lo prefieren, fronteriza a medias.

Al concierto de las argentinas Kumbia Queers, el martes, no pudimos asistir, pero sí estuvimos el miércoles en la ceremonia afrocaribeña del grupo Ifé, con sede en Puerto Rico, creado por el norteamericano Mark Underwood, más conocido como Otura Mun desde que obtuvo la dignidad de babalao; o sea, sacerdote de la santería o más propiamente, de la Regla de Ochá-Ifá. Lo de Ifé es una vibrante combinación de tambores ritualistas, rumba cubana y meneos jamaicanos. Esa creación la ha plasmado en el disco IIII+IIII (pronúnciese algo así como edgy ohg bey), una grabación que reta tanto a la contemporaneidad como a las raíces, en la que los elementos acústicos y electrónicos no se yuxtaponen sino que dialogan e intercambias códigos creando un nuevo patrón de groove afrocubano.

Ese álbum fue la base del concierto de Ifé, planteado no con la brillantez y el conglomerado musical de la grabación, sino desde una perspectiva más desnuda, trabajando sobre esencia de las canciones en vez de sobre su construcción final. Solo dos canciones rompieron esa norma, ya al final de la actuación: Bangah (Pico y palo) y Mujeres (Iború Iboya Ibosheshé). Con todo, una velada notable.

Y el jueves, colocón de tecnocumbia, champeta, rock, funk, soukous, reggae, hip hop y demás especias cultivadas o llegadas en las Indias colombinas, concretamente en la costa caribeña de Colombia, con Systema Solar, colectivo que apuesta por una música transgenérica de resonancias folclóricas, inspirada tanto en la verbena como en el sound system. Diversión que, por cierto, no está reñida con el compromiso social y las historias cotidianas y poco complacientes. Sus directos, aderezados con divertidas proyecciones visuales, están armados con un concepto de sonido chatarrero, electrónica gruesa y voces perturbadoras. O sea, todo muy en la línea de lo que el grupo define como berbenáutica. Otra cosa es que Systema Solar mantenga el tipo durante toda la actuación. Mantener el tipo significa que esa chatarrería sonora rompa cierta tendencia redundante. El jueves, cuando el grupo lo hizo, mediado ya el concierto, atrapó a los más descreídos. Lo ya convencidos disfrutaron, claro, desde las primeras notas.