Hace ahora justo 10 años, en el 2007, Ricardo Darín debutó como director con La señal, un filme noir retro, ambientado en el Buenos Aires de 1952. Su protagonista, encarnado por el propio Darín, es un investigador privado al estilo de los detectives de Warner Bros en la década de los 40, escéptico y desencantado, aunque más mediocre que los representados por Humphrey Bogart. Darín no dirigió solo aquella primera probatura tras la cámara, sino que la correalizó con Martín Hodara, entonces un nuevo talento del cine argentino formado como ayudante en dos títulos seminales: Nueve reinas (2000) y El aura (2005), ambas, no en vano, protagonizadas también por Darín.

El actor ha trabajado mucho en estos 10 años. Hodara no había vuelto a dirigir hasta Nieve negra, interpretada igualmente por Darín. Así que la carrera de uno está totalmente ligada a la del otro. Y Darín es de lo mejor de este drama centrado en la pérdida, el reencuentro y la rivalidad que existe entre dos hermanos.

Nada que ver con los espacios urbanos de La señal. Nieve negra se desarrolla en un lugar remoto, perdido, casi inaccesible, de la Patagonia, y visualmente está mucho más cerca de El aura, del malogrado director Fabián Bielinsky, un filme donde Darín ya ensayó el tipo de personajes que de un modo u otro cristalizan ahora en el de Nieve negra.

El pasado le persigue y no ha conseguido ahuyentarlo. Una muerte familiar le ha obligado a poner tierra de por medio y aislarse. Pero el pasado, y con él también la familia, siempre acaba volviendo, y el personaje al que da vida Darín debe hacer frente al de su hermano, Sbaraglia.

El planteamiento es más que correcto, así como la fotogenia turbadora de los lugares, con una luz poco nítida que refuerza el aislamiento. Pero a este enfrentamiento dramático le falta más convicción desde el guion. La convicción la ponen los propios actores, aunque no siempre pueden dar lustre a unos personajes que son demasiado planos. El filme acaba siendo así muy estricto, tan solvente como fatigoso.

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Estreno: 12 de abril

Nieve negra

Martín Hodara