Noruega sigue conmocionada con el robo de El grito y Madonna , dos de las obras emblemáticas de Edvard Munch sustraídas el domingo a punta de pistola del museo de Oslo que lleva el nombre del pintor. Los noruegos se preguntan si no deberían ser cambiadas las medidas de seguridad de los museos, sobre todo cuando exhiben obras del valor de las citadas, pero las autoridades del país sostienen que es mejor mantener la accesibilidad del público a las salas que someter las pinacotecas a medidas muy rígidas.

Gunnar Sorensen, director del museo, hizo ayer un llamamiento a los ladrones: "Por favor, tened cuidado con las obras. Son objetos muy frágiles y os pido que intentéis conservarlas para la posteridad".. Sorensen pidió también la devolución de los cuadros al museo, que ayer no había recibido ninguna petición de pago de rescate por parte de los delincuentes.

TORPEZA

La policía descartó ayer hacer comentarios sobre las especulaciones que han circulado desde que ocurrieron los hechos, pero crece cada vez más la impresión de que los autores del robo no son profesionales, por la torpeza exhibida en el trato de las obras de arte. "Durante su huida dejaron caer los cuadros al suelo dos veces", dijo el inspector de policía Iver Stensrud, que dirige la investigación del caso.

Leif Lier, detective privado que se encargó de la investigación del robo de otra versión de El grito , sustraída en 1994 de la Galería Nacional de Oslo, sostiene que la acción puede ser un encargo de algún coleccionista excéntrico capaz de pagar los cerca de 87 millones de euros que costarían estas obras, pero otros expertos consideran que los cuadros son muy difíciles de colocar en el mercado y que la acción puede tener otras motivaciones.

Entretanto crece el debate sobre la seguridad. "Somos partidarios de un museo abierto. No queremos ser prisioneros de unas medidas que impidan la accesibilidad del público a las obras", dijo ayer Gunnar Sorensen.

El director del museo salió también al paso de las críticas vertidas por la falta de un sistema de cierre automático de puertas. "Imaginen a unos ladrones armados y desesperados por no poder salir y con público en la sala. Ninguna obra de arte merece arriesgar una vida humana", añadió Sorensen.

SEGUROS POR FUEGO Y AGUA

Las obras sólo estaban aseguradas contra daños por fuego y agua, pero no por robo, debido a su excesivo coste. "El dinero no nos serviría ahora para comprar otros cuadros como los de Munch", señaló el director del museo.

Esta filosofía de seguridad es habitual en los museos nórdicos, donde, al contrario de otras pinacotecas dotadas con sofisticados sistemas de seguridad, se prima que los visitantes puedan "vivir" de cerca las obras. "Personalmente quedé muy decepcionado cuando en el Louvre vi la Mona Lisa dentro de una vitrina y a varios metros de distancia", dijo ayer el secretario de Estado noruego para la Cultura, Sven Slettholm.