Andrés Rábago, El Roto , uno de los humoristas gráficos más ácidos que desfilan por las páginas de los periódicos, acusa a los poderes establecidos de bombardear al personal no sólo con misiles, sino con información masiva para que todo quede relativizado. "Ahora nos desinforman con el exceso", dijo ayer, en la presentación de El libro de los desórdenes (Círculo de Lectores), una recopilación de 160 dibujos publicados por el autor en El País entre los años 2000 y 2002. Los originales de esos dibujos, en los que el autor da voz "a las víctimas del poder" y son protagonistas las "personas anónimas a las que les pasan las cosas y no son actores de ellas", se exponen en la fundación de la editorial.

A El Roto no le interesan los protagonistas de la política y la vida social. Prefiere a los que están entre bambalinas: el hombre de la calle, el perdedor, pero también el que está en los gabinetes de esos protagonistas para decirles "la cantidad de basura que tienen que echar para mantenerse en el poder", asegura el humorista gráfico.

El autor sostiene que "asistimos a un proceso de aceleración de la historia" y cada día que pasa es más necesario hacer "una criba" de la información. Su referencia es la prensa escrita y la radio: "Soy un objetor de la tele", aseguró, y propuso una "refundación completa de la televisión. Para ello --dijo-- deberíamos sacar los televisores a la calle en un acto general de toma de conciencia ciudadana", porque estamos sometidos a "métodos de manipulación cada vez más más sutiles".

Los chistes que se publican en la prensa tienen una vigencia muy efímera y los de El Roto están entre los menos contingentes. No hay más que echar una ojeada al libro. Quizá porque se aplica la máxima de que "por la boca muere el dibujo". Lo primero que caducan son, según el autor, los textos.

Con ellos sigue la misma técnica que con los dibujos: fijar primero la idea y eliminar la broza sobrante hasta dejarla en el puro esqueleto. Sus textos, igual que sus dibujos, son hueso descarnado, frases aceradas, sin concesiones, sobre calaveras vivientes envueltas en sombras goyescas, como dice en el preámbulo el filósofo José Luis Pardo.

La selección de los dibujos, llevada a cabo por Felipe Hernández Caba, se guió por dos criterios preferentes: que temáticamente siguieran siendo vigentes y que en sí mismos tuvieran una alto valor estético. No hay agrupación temática salvo en las páginas enfrentadas. Los editores eligieron los grupos de dibujos pensando en la compensación de los volúmenes (negros, blancos, textos). Y, sobre todo, que la reproducción fuera absolutamente fiel al original, algo difícil de lograr en la prensa actual.