Considerando el bache creativo en el que ha permanecido durante década y media -y que llegó a honduras especialmente alarmantes con The Canyons (2013)-, casi habíamos caído en la tentación de dar a Paul Schrader por artísticamente acabado. Afortunadamente First Reformed, con la que el director y guionista presentó ayer su candidatura al León de Oro, nos ha quitado la idea de la cabeza. Se trata de una película absolutamente feroz, llena de rabia y dolor y pasión, y de una angustia emocional que nos sume en el mismo estado de tormento que azota a su protagonista: un sacerdote torturado por sus propios demonios -magnífico Ethan Hawke- que, al entrar en contacto con un feligrés obsesionado con la destrucción del planeta y azotado por tendencias suicidas, se sumerge más y más en la autodestrucción.

Aunque plantea reflexiones sobre asuntos como el calentamiento global, la religión organizada, la ineficacia de la protesta política y los peligros de la radicalización, por encima de todo First Reformed es otro de los estudios sobre la desesperación espiritual y la soledad que han constituido los mejores momentos de la carrera de Schrader desde que en 1976 diera a conocerse con el guion de Taxi Driver. Echando mano de algunos de sus cineastas de cabecera -Robert Bresson y Carl T. Dreyer, sobre todo-, el director nos ofrece una obra que durante la práctica totalidad de su metraje reprime su ira de forma casi dolorosa. Puede que la concesión al exceso de sus escenas finales resulte innecesaria, pero eso no cambia nada: es una de sus mejores películas.

La adaptación de ‘Zama’

También fuera de la competición ha vivido la Mostra un regreso: el de Lucrecia Martel, que durante la pasada década necesitó solo tres películas para confirmarse como una figura esencial del cine contemporáneo y que pareció borrarse del mapa.

Durante la ausencia la argentina no solo no ha perdido su vocación intrépida, sino que la ha multiplicado. Zama hace que La mujer sin cabeza (2008) parezca Nicholas Sparks. Financiada por nada menos que 16 productores entre los que figuran los Almodóvar, es la ambiciosa adaptación de la novela de Antonio di Benedetto, ambientada al final del XVIII en la Sudamérica colonial. Incluso los cinéfilos más curados de espantos se sentirán desconcertados ante ella, y está bien que así sea: el cine necesita más autores insobornables como Martel.